cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

A pesar de todo es un libro con mucho humor. Si nos preguntamos ¿Cómo es posible hablar con ironía de algo así? Pues tenemos que leer el libro. Porque en este viaje en que Catherine intenta recomponer sus trozos rotos para volver a ser, recupera también su capacidad crítica y su humor mordaz.

En definitiva, recupera ese valor tan frágil e indefinible que es la levedad.
El horror había dejado a Catherine en un estado de amnesia y vacío emocional, incapaz de encontrar la voluntad para seguir dibujando: «Si no podía dibujar, yo ya no existía», nos dice la autora.

Para volver a existir Catherine necesita buscar nuevamente inspiración y confiar en que sigue habiendo belleza en el mundo, no obstante lo ocurrido. Es una intuición que siente de repente paseando entre las dunas de la playa de Balbec (Cabourg), donde unos amigos la llevan recorriendo las huellas de su amado Proust. Pero no es el dulce sabor de la magdalena lo que le devuelve el recuerdo, sino la vista improvisa de un resplandeciente atardecer entre las dunas.

Yo estaba en un estado muy frágil y tuve un encuentro cara a cara con la belleza en la duna. La belleza me penetraba, no sabía por qué pero la belleza me transformaba.

Catherine Meurisse decide entonces agarrarse a esa belleza, combatir el shock del horror con el shock estético, quiere experimentar lo que se define síndrome de Stendhal. Y, efectivamente, en la segunda parte del libro vemos a la ilustradora viajar a la capital italiana, acompañada por las palabras del autor francés en su libro Paseos por Roma (1829).

Pero ¿qué es realmente la belleza? Pregunta de difícil respuesta, quizás imposible. Porque no hay valor más subjetivo que lo que definimos bello. Pero si vamos más a fondo en su significado descubrimos que no es una cuestión de opinión, es una energía, un estado alquímico capaz de emocionar y por lo tanto de sacudirnos. En ciertos casos toca sentimientos personales enterrados en nuestra memoria y en nuestra experiencia, por lo que se vuelve un atributo subjetivo, en otros adquiere un valor universal. Como es el caso del arte y de la naturaleza.
En la búsqueda de esa belleza que la devuelva a la vida, Catherine descubre que el horror del que había sido testigo, entre otras cosas, le había robado la levedad. Y en su viaje la autora redescubre la levedad como su personal forma de mirar hacia el mundo, su derecho a existir y a expresarse libremente, su lenguaje único a través del dibujo.