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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

‘Solenoide’ es probablemente uno de los libros más importantes que se han traducido y publicado este año. Es uno de esos raros libros que establecen una relación especial con el lector debido a su extensión, complejidad y, en este caso, por su intensidad hipnótica, una unión casi conyugal que se prolonga durante largo tiempo. ‘Solenoide’, de Mircea Cărtărescu, el más reconocido representante de la literatura rumana, es, sin duda, un libro único por su capacidad para aunar el interés por la experimentación con una inaudita capacidad narrativa y una imaginación ilimitada.

En su inicio nos recuerda a dos fantásticas colecciones de relatos, también editadas por Impedimenta, y que establecieron la reputación literaria de Cărtărescu en nuestro país como un heredero legítimo de Borges y Kafka. En ‘Las bellas extranjeras’ nos llevaba a la dictadura de Ceausescu, a la Rumanía de los ochenta, gris, gélida, cutre, pobrísima, recordada con una mezcla de incomodidad y humor negro. ‘Solenoide ‘ nos relata una versión de la biografía inicial de Mircea Cărtărescu, desde la historia de sus padres a su adolescencia retraída de ávido lector y a sus años como profesor de instituto en Buscarest. Esas páginas son cruda e impecablemente realistas, hasta un momento de corte.

Con veinte años, el narrador sin nombre (ese Cărtărescu ficcionalizado), lee un extenso poema, «La caída», ante un cenáculo literario del que forman parte los principales críticos de su época. En el “mundo real” esa lectura fue todo un éxito y le permitió al autor publicar su primer volumen de poemas. En ‘Solenoide’ los presentes ignoran, se burlan o abominan del texto del joven Cărtărescu, que es desterrado de la vida literaria y condenado a pasar el resto de sus días como un anónimo profesor. Pero eso le lleva a sumergirse en una existencia fantástica.

En ‘Nostalgia’, el otro libro de cuentos publicado por Impedimenta, nos mostraba ya el lado más imaginativo del escritor rumano. Cada una de las micro-novelas partían de una imagen de la realidad espesa y cotidiana –un hombre que practica el travestismo, las inclemencias de un primer amor adolescente, una perspectiva de los desolados suburbios de Bucarest, una mujer que espera a su amante mientras evoca ciertos episodios de su niñez-, para transformarse de un modo lento, paulatino e inexorable en algo distinto, y más sugerente. Una técnica que a los lectores en castellano nos puede recordar a Borges y, sobre todo, a Cortázar, cuyos cuentos están también plagados de puertas, pasajes, conexiones subterráneas, que conducen a otro plano de la realidad.

Eso es lo que sucede, ampliado y magnificado, en la parte más extensa de ‘Solenoide’. El protagonista, ese escritor frustrado, ese profesor tímido y solitario, con un matrimonio fracasado a la espalda, y una relación intermitente con una compañera de trabajo, se va adentrando en un universo desconocido que se oculta bajo la rutinaria superficie de Bucarest, internándose con el lector en una serie de historias cada vez más delirantes, a veces aterradoras, a veces maravillosas (hasta desembocar un final gloriosamente apocalíptico, en el que la verdadera faz de la capital rumana queda desvelada). Un laberinto de narraciones del que el lector no puede salir indemne, una parte de sí mismo continuará viviendo para siempre en el mundo de ‘Solenoide’. Eso es lo que convierte la novela en una de las más geniales experiencias que nos ha deparado la literatura en el siglo XXI.