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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña de ‘La librería’ – Creando cultura

Penelope Fitzgerald ocupa un lugar cada vez más especial en la biblioteca abstracta que guardo en mi mente. Quizá sea por su fina ironía que se entrecuela en las frases o su manera de manifestar una realidad apenas aprehensible. Es curioso como, a pesar de su fallecimiento hace 17 años, me resisto a escribir sobre ella en pasado, sino utilizando un presente; su fuerza y energía vital impregna sus libros. Y precisamente de libros tiene que ver la reseña, que no es otra que la de su aclamada novela La Librería, recientemente maravillosamente adaptada a la gran pantalla por Isabel Coixet.

Penelope Fitzgerald ocupa un lugar cada vez más especial en la biblioteca abstracta que guardo en mi mente. Quizá sea por su fina ironía que se entrecuela en las frases o su manera de manifestar una realidad apenas aprehensible. Es curioso como, a pesar de su fallecimiento hace 17 años, me resisto a escribir sobre ella en pasado, sino utilizando un presente; su fuerza y energía vital impregna sus libros. Y precisamente de libros tiene que ver la reseña, que no es otra que la de su aclamada novela La librería, recientemente maravillosamente adaptada a la gran pantalla por Isabel Coixet.

En La librería, la sutil prosa de Fitzgerald nos conduce en un viaje temporal y geográfico hasta dejarnos a mitad de Hardborough, Suffolk, un pueblo de la costa este de Inglaterra bañado por las aguas del Mar del Norte. Mientras inspiramos el olor a salitre y escuchar la algarabía de las gaviotas, asistimos al denodado esfuerzo y lucha de Florence Green, una viuda de mediana edad que intenta llevar a cabo una de las últimas esperanzas de su vida: regentar una librería. Sin embargo, esto choca con los deseos de algunos de sus conciudadanos. Los vecinos se irán posicionando a favor de Green, otros encontrar, mientras que algunos permanecen indiferentes.

La librería y Fitzgerald: historia y génesis
La librería o The bookshop (1978) se encuadra entre sus primeros trabajos de ficción, únicamente precedido de The Golden Child (1977). Fue, por tanto, a pesar que la autora lo publicara con unos sesenta años, uno de sus primeros trabajos que además le dio cierta notoriedad al quedar finalista en el prestigioso premio Booker Prize, ganándolo el año siguiente con la novela The Offshore o A la deriva, uno de sus novelas más personales. La Librería fue editada en primer lugar por Gerald Duckworth, y si quienes están leyendo estas líneas conocen bien a Virginia Woolf les sonará el nombre ya que era su hermanastro.

Terence Doodley, su yerno y actual albacea literario, ha escrito una maravilloso postfacio a la nueva edición de Impedimenta. En este, entre otras cosas, señala las dimensiones autobiográficas y literarias que ayudan a comprender la génesis de esta novela. Fitzgerald vivió durante algunos años en un pueblo de Suffolk en compañía de sus hijas pequeñas en el que trabajaba de ayudante en una librería mientras su marido trabajaba en Londres. Esta situación se mantendría durante tres años, tres años más que suficiente para nutrirse de ese aire marítimo y percibir la vida en un pueblo recóndito. No tenemos que ver las novelas de Fitzgerald como una mera traslación de su vida, sino como también señala Doodley, hay mucho de literatura y de ficción pues es en primera y última instancia una novela. Así, se puede rastrear influencias como la de El Cura de Tours se de Balzac. De este modo, observamos que, para Fitzgerald, su literatura se nutre del pasado que ella encarnó y la literatura que ingirió. A esto, claro, se debe sumar el proceso de escritura e imaginación.

De la sutiliza de la autora y la crudeza del relato
Fitzgerald no se guarda ninguna trampa que reconduzca el relato en el ultimo momento ni engranajes escondidos que formen una sorpresa. La primera escena es muy elocuente. En ella podemos ver a la señora Green, nuestra protagonista, observado el paisaje y viendo como una garza se afana por terminar de alimentarse de un pez que parece ser demasiado grande. Es una escena fuerte y desencarnada, pero no puede ser más sincero y ser un perfecto prefacio de lo que vamos a ver en el resto de la novela: una lucha. Florence interpreta esta escena natural como una proyección de sí misma, como una metáfora de su situación porque se ve representada por aquella garza que intenta engullir algo más grande de lo que puede, algo que está fuera de sus medios y capacidades reales, es decir, la apertura del negocio de la librería en un pequeño pueblo en el que no parecen muy partidarios a la cultura y en el que algunos incluso le son hostiles. Este pasaje nos muestra la inseguridad que lleva dentro. Pero también nos muestra la lucha que va a tener lugar a lo largo de la novela en la que la señora Green no es la garza, sino el animalillo atrapado que se retorcerá por vivir. Los depredadores, en definitiva, son otros. La Garza se llama señora Gamart, y sus garras son la legislación, el realengo de su sangre, y el poder que ejerce su posición social en el resto de los habitantes.

Son variadas y de diferente granulado las luchas que tiene que encarnar la inteligente y entrañable señora Green. Algunas son luchas internas como una fuerte inseguridad que se contrapone a un gran coraje y valentía. A lo largo del relato hay diversos elementos que muestran la compleja personalidad de nuestra librera, y muchas de sus reflexiones desvelan que se sabe en una condición inferior por ser mujer en los años casi sesenta del siglo XX ya que los hombres “pasan mucho menos tiempo lamentándose de sus decisiones” pero también por pertenecer a otro escalón en el que en ocasiones “había deseado poder hacerse mucho más alta (…) para poder mirar hacia abajo y no hacía arriba”.

Hemos apuntado antes la lucha externa en la que señora Green es la presa. Este lenguaje podría parecer muy cercano al darwinisimo social, en la manera en que se entiende como la teoría que explicaba el comportamiento competidor y depredador de los animales. Y es precisamente eso lo que podría ser, ya que como señala Lian Lu en su tesis doctoral, el darwinisimo social está representado en sus novelas, especialmente en las de su primera época. Sus protagonistas terminan siendo víctimas de él. En este caso de La librería, al deseo de Green de regentar la librería de Old House se ve desde el principio delimitada, incluso por la presencia sobrenatural de un rapper o fantasma juguetón. Pero sin duda la principal oposición viene por los propios proyectos caprichoso de la señora Gamart, una señora rancia, rica y de realengo, que intentará por todos los medios usar sus influencias, sean emocionales o legales, para evitarlo. Una vez que Green consiga, con esfuerzo y con la ayuda y cobijo de seres excéntricos como la particular Christine, una jovencísima chica de armas tomar, o el señor Brundish un ser humano fascinante, tener cierto éxito, la envidia, el disgusto y el rencor, devoraran a Gamart incrementando su esfuerzo y lucha personal por acabar con ella. Para eso, nuestra rica despiadada también tiene ayuda, en este caso de un snob que “trabaja” para la BBC y un sobrino en el parlamento inglés. En el fondo hay cuestiones de mucho más calado de lo que se aparenta, se denuncia así el secuestro de la cultura y esa idea de que debe permanecer a resguardo de unas élites para las que esta tiene un valor suntuario. Mera decoración y poder, pero sin embargo no pueden permitirse perder su control al igual que tampoco pueden tolerar que la señora Green se mantenga lejos de su influjo y que precisamente trasgreda algunas de las normas inmutables e invisibles que condicionaban la vida en esa apartada región. A esta se le debe sumar otra cuestión, y es el poder social que pueden llegar a ejercer esa elite, aunque sea tan de poca monta en una pequeña región, y no únicamente por la violencia, sino por el deseo de imitación y engreimiento de algunos de los convecinos.

Una de las cosas que destaco de la autora, y en parte se ve en este libro, es la capacidad de dotar a su escritura de una perspectiva atmosférica y dotar de realismo, así se aprecia en Inicio de Primavera por ejemplo. No necesita de grandes descripciones ni recursos retóricos para que, casi sin darnos cuenta, depositarnos delicadamente en un su crudo relato, en lo que le envuelve, en su clima y atmosfera particular. De este modo nos encontramos rodeados de olor a sal del mar, junto con el sonido rugiente del poderoso y bravo Mar del Norte y el suave y calmado de las hojas de los libros al ser pasadas. Consigue impregnar a su relato de elementos no aprehensible al lenguaje, no al menos directamente: multitud de temas complejos, aquí no tratados, pero como son las relaciones entre generaciones, las sutiles luchas de poder, lo complejo y contradictorio que es el interior de una persona, los afectos, la situación de la mujer, la vida dura en un pueblo costero, etc. Todos estos los presentan de una manera sutil.

Conclusión
Penélope Fitzgerald es una voz narrativa compleja, aunque esta novela sea en apariencia sencilla. La librería escapa de los tópicos pues podría tener los elementos para ser una novela insulsa ambientada en una zona rural donde impera los sueños idealistas de abrir una librería. No, la autora inglesa fue una escritora inteligente y hábil, capaz de capturar aquella realidad compleja de aprehender y transformarla en palabras, dibujando con ellas un complejo y exquisito fresco humano, de su sus mezquindades y también de su capacidad para bondad y la tenacidad. Es una obra bella y realista.