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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Violet Hunt, Cuentos de lo extraño

Violet Hunt (1862-1942) es una escritora terrible. Sus relatos extraños retumban como gritos en una habitación cerrada cuyos ecos nunca se apagasen. Yo, que terminé de leer Tales of the Uneasy hace ya semanas, todavía los escucho en la cabeza y en el pecho y en la tripa. Como ya me sucediera en 2016 con La chica ahogada (The drowning girl, 2012) de Caitlín R. Kiernan, siento un soplar de fantasmas y ulular de maldiciones dentro. Que un libro, además de disfrutarse durante la lectura inmediata, consiga ponerte patas arriba es, quizás, el mayor premio, el mejor regalo al que se pueda aspirar.

“Hay algo”, decía el anciano de nariz ganchuda, “algo que hay que decir de la mujer que maltrata a sus hijos”. Adelaide protestó con vulgaridad. “¡No hay nada que decir!”, interpeló. “Mi hija”, apuntó su padre con desprecio, sin mirar hacia ella, “desea impresionarle con su bien conocido amor por los niños, aunque cierto es que no le interesan lo más mínimo. Nunca ha tomado en consideración estos temas desde una perspectiva científica, a pesar de que siempre esté merodeando el hospital y estorbando a mis jóvenes asistentes. Si ella tuviese un hijo, no se ocuparía de él. ¡Crueldad disfrazada de filantropía! Búsquela en las profundidades. ¡Está ahí!” Su nariz parecía fría, afilada e inquisitiva. No sonreía. Ensor tembló (La piel de tigre).

A estas alturas de la partida, queda feo decir que una es (o fue) mujer de su tiempo, pero lo cierto es que Hunt ejerció como tal con una con(s)ciencia implacable, como sufragista y practicante de eso que se llamó la literatura de la New Woman o Nueva Mujer, que buscaba desafiar los convencionalismos sociales y promover nuevos modelos del “ser mujer” marcados por la autonomía y la independencia. Resulta sintomático, sin embargo, que el mundo anglosajón la recuerde más por su filiación con los artistas prerrafaelitas, por los salones literarios que organizaba, y por sus romances y amoríos con solteros y casados (incluyendo a tipos como H. G. Wells y Somerset Maugham), que por su labora literaria. Es decir, que también ella cae presa de ese universo de lo mundano masculino que tan a menudo parece distinguir la relevancia que las mujeres pudieron tener (o no) en un determinado momento o movimiento cultural en función de su mera presencia en contextos hombrunos y de pelo en pecho.

Hablemos, entonces, de lo que importa, de viejuneces terroríficas. En Tales of the Uneasy (1911), Violet Hunt aúna las tramas insólitas y sobrenaturales con su interés por promover modelos de Nueva Mujer. El resultado es rompedor, chocante y, a menudo, me atrevería a decir, traumático. En sus cuentos, Hunt nos presenta mujeres que juegan con los hombres (“El telegrama”), que creen tener atados y bien atados a sus maridos (“La operación”), que se enfrentan a las amantes de sus maridos (“El recuerdo”), y que desprecian el matrimonio o cualquier otro vínculo permanente que pueda poner en jaque su independencia y disfrute vital (“La piel de tigre”). Hay mujeres crueles que matan y que enloquecen (“El testigo”), carruajes que cruzan las noche portando las almas de muertos y muertas (“El carruaje”, prodigio de oscuridad en el que las almas de asesino y víctima comparten carrera nocturna en una espectral carroza), especulaciones góticas sobre el amor y la lealtad (femenina) traicionadas (siempre pour un homme, tan celoso como varonil), y absolutos locurones sobre la eugenesia y el maltrato infantil perpetrado por una protagonista femenina (“La piel de tigre”). En todos estos escenarios sociales de desdicha humana, el elemento fantasmal, misterioso y extraño no es ni adorno ni complemento. Al contrario, permite articular, explorar y profundizar en las aristas y recovecos malvados de esas mujeres que, siendo verdaderos agentes de su destino y habiendo tomado las riendas de su vida, se ven obligadas a enfrentarse al lado oscuro que las moviliza, a esas debilidades, deseos incontrolables e impulsos que, las más de las veces, serán como manos de verdugo y acarrearán consecuencias terribles.

Ahora que la editorial Impedimenta acaba de publicar el volumen Damas oscuras. Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas (que, entiendo, es la traducción de los cuentos seleccionados por Richard Dalby en Victorian Ghost Stories by Eminent Women Writers, 1989 ) no puedo evitar lamentar que de Violet Hunt se incluya “La plegaria” (“The prayer”), el único relato con el que ya contábamos con una traducción al español. No me malinterpretéis. “La plegaria” es grandioso, una carnicería emocional que se abre con el grito desesperado de una esposa que acaba de perder a su marido. En los breves instantes de privacidad que el médico y los criados le conceden, a solas con el cadáver de su compañero, clama fervientemente por que la vida le sea devuelta. En esa invocación, poderes y fuerzas sin nombre se despliegan para que el deseo se cumpla, el marido (o su simulacro) escapa del Hades pero, como suele suceder en esta vida que arrastramos, el cumplimiento de tal deseo no trae sino desgracia. En definitiva, sí, “La plegaria” merece ser rescatado, vestido con una nueva traducción, mimado y presentado en sociedad, y considero una excelente noticia que se recupere la figura de Hunt y de esa oscura compañía de escritoras que cultivaron el fantástico entre los siglos XIX y XX. Ay, ¿y el “pero”? Eccolo qui: ¿Pero por qué no seleccionar otros cuentos de entre esos que nunca han sido traducidos al español? ¿No querríais deliciaros impúdicamente con volúmenes enteros dedicados a la obra fantástica de Violet Hunt o (suspiro) Marjorie Bowen? En fin, esto es quejarse por quejarse, llevarse las manos a la cabeza por no tenerlas muertas encima del teclado del ordenador, especialmente cuando editoriales como La biblioteca de Carfax se atreven con la publicación de los cuentos de Edith Nesbit o Amelia B. Edwards. Aun así, insisto: Violet Hunt es una escritora admirable que merecería ver sus cuentos extraños debidamente traducidos y editados. Ea, ya lo he dicho.

Y disculpad que no destripe cada uno de los nueve bombazos que constituyen Tales of the Uneasy. Si no lo hago es por dos motivos fundamentales: el primero, porque a la Hunt hay que leerla y disfrutarla en primera persona y, además, mis pobres dotes oratorias no le harían justicia en absoluto. El segundo, porque quizás, a lo mejor (¿quién sabe?) me lo reserve para un programa de Todo Tranquilo en Dunwich.

“Creo”, dijo la nodriza a la mujer elegante, “que se trata del hombre que mató a su enamorada y que luego ató cuidadosamente con lazo azul, en nudos marineros, sus pobres entrañas. ¡Un artista, sí! Son colores de uso habitual, el azul y el rojo” (El carruaje).

¿Cómo, que hay más cuentos extraños de Violet Hunt? ¡A por ellos!

Algunas notas editoriales y bibliográficas

HUNT, V. Tales of the Uneasy. London: William Heinemann, 1911.

VVAA. Damas oscuras. Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes. Traducción de Alicia Frieyro, Olalla García, Sara Lekanda, Magdalena Palmer y Consuelo Rubio Alcover. Madrid: Impedimenta, 2017.

Índice de contenidos de Tales of the uneasy

El telegrama (The telegram)

La operación (The operation)

El recuerdo (The memoir)

La plegaria (The prayer)

El carruaje (The coach)

El bonete azul (The blue Bonnet)

El testigo (The witness)

El barómetro (The barometer)

La piel de tigre (The tiger-skin)