Después de la grata sorpresa de La Enciclopedia de la Tierra Temprana, que fue recibida con admiración por el público y la crítica, Isabel Greenberg continúa deleitándonos con Las cien noches de Hero. Esta nueva obra mantiene las características de la anterior: el tono confidencial del narrador, la atmósfera mítica atenuada por el sentido del humor y, sobre todo, el gran despliegue imaginativo de la autora.
La Tierra Temprana es un mundo creado por la joven diosa Kiddo, un hermoso jardín en el que no existe la envidia, la ira ni el dolor. Los humanos duermen, comen y se aparean, viven y mueren felizmente hasta que el padre de la creadora, el dios Hombre-Pájaro, interviene y los humanos pierden su ignorancia y su inocencia. Empiezan a escribir y a crear, hablar y discutir y desaparece la monotonía, pero todo se complica. La descripción del nuevo mundo se presenta a través de las leyendas y la narración de múltiples historias en las que se satiriza a los varones que miran con desprecio a las mujeres de las que esperan que sean obedientes, castas, trabajadoras, moderadamente inteligentes y bellas.
La obra se estructura como Las mil y una noches encadenando los relatos que cuenta Hero durante cien noches a Manfred para evitar que abuse de su señora Cherry y gane la apuesta que ha hecho a su marido Jerome, que está convencido de que su esposa le será fiel. Sin embargo, Hero y Cherry mantienen una intensa relación amorosa que se opone a las convenciones de los hombres y propiciará el desenlace. Tan original como el mundo imaginario que crea la autora es su plasmación plástica con unos dibujos esquemáticos de gran expresividad psicológica, el empleo de colores planos, las aguadas y el trazo firme. Las texturas se consiguen con un uso plástico de la mancha que crea las diferentes atmósferas.