Nuestro autor escoge un relato que transcurre entre las noches 482 y 498. En ella conocemos a Hasib, el hijo del profeta Daniel, un joven que, después de ser abandonado por sus compinches dentro de un agujero como al José del Antiguo Testamento, se da de bruces con la Reina de las Serpientes, que le cuenta su historia.
De esta manera, el autor despliega un tapiz de historias de trasfondo mítico y fabulo so, llenas de monstruos y de personajes que buscan su hogar. Para David B., el hecho de contar historias es el propio argumento de la obra. Sólo esta pasión por el hecho narrativo explica esa facilidad que tiene por retorcer la historia y subordinar una trama a otra, como en un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño. Como en todas sus obras, destaca de David B. el enorme potencial simbólico de su dibujo. El autor ofrece un extraordinario despliegue gráfico en el que confluye el horror vacui barroco con la inocencia de la ausencia de perspectiva de las ilustraciones medievales.
David B. tiene un extraordinario sentido de la composición de las viñetas fruto de su amor por el arte antiguo. Porque Hâsib y la reina de las serpientes parece obra de un ilustrador sufi, una obra de arte bizantino. Contribuye a este efecto el color plano que el autor utiliza. con preferencia por los tonos saturados y la ausencia de tramas. El trazo es grueso y seguro, y David B. juega en su terreno cuando se trata de dibujar decenas de figuras en movimiento en cada viñeta, monstruos del folclore de Medio Oriente, esqueletos y ejércitos en lucha. Estamos ante el mejor David B. de los últimos años, y el hecho de adaptar un texto ya escrito le viene de perlas al autor porque puede concentrarse en su brillante despliegue visual y narrativo. De las mejores novelas gráficas del año 2017.