La novela describe la vida de la familia de Gudrun en el campo, iniciada en los años veinte. La narración se basa en la relación epistolar que mantuvo años después la madre de Gudrun, ya anciana, con su sobrino.
Los padres de la escritora se trasladaron a una tierra pantanosa, conocida como “El prado de Rosinka”, situada en los Sudetes (Bohemia Oriental). Allí construyen su sueño de transformar una tierra estéril en habitable y con sus propias manos edifican una casa de madera en la que vivirán el matrimonio y los seis hijos que nacerán. Una existencia en conjunción con la naturaleza, alejada de la civilización, donde los niños crecen en un ambiente de sencillez y primitivismo y trabajan en las tareas domésticas.
Un intrépido proyecto cuajado de felicidad en el que, lógicamente, no faltan vivencias agridulces y dolorosas. Esta pacífica existencia se verá truncada en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial. Pausewang, que ha sido galardonada con varios premios literarios, narra con prosa luminosa y reflexiva que se detiene en dibujar pequeños detalles de lo campestre, donde es posible encontrar paz y armonía sin demasiados enseres ni complicaciones. Se defiende la añoranza de un estilo de vida basado en el ser y no en el tener, en la autogestión, un modus vivendi a contracorriente en una atmósfera que participa ampliamente del ecologismo y que se ilustra con algunas fotografías.
El prado de Rosinka, muy bien escrito, constituye un canto a la naturaleza. Reyes Cáceres Molinero.