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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Dicen que la comida nos entra por los ojos. Igual sucede con algunas novelas, en especial, las editadas por Impedimenta, cuidadas hasta el último detalle (tapa blanda, funda, punto de libro con la imagen de la portada). En La cámara verde de Martine Desjardins el atractivo no se detiene ahí. Cuando encuentras una obra como ésta, que aúna humor negro y realismo, con la avaricia como tema central y una impecable traducción, la compra es obligada y su lectura no defrauda en absoluto.

El amor por el dinero caracteriza al viudo Harpagón en El avaro de Molière, al mísero Scrooge del Cuento de Navidad de Charles Dickens

https://es.wikipedia.org/wiki/A_Christmas_Carol

y es la esencia de los personajes que retrata la autora con maestría. El afán por la riqueza, ese pecado capital, que se castiga en el Círculo IV del Infierno de la Divina Comedia de Dante Alighieri, obligando a avaros y a pródigos a chocar entre sí eternamente, se personifica en esta obra que se inicia con una cita: «El que tenga oídos, que oiga» (Mateo 11, 15)

La cámara verde es una buena historia, contada por una mansión gótica situada en Mont-Royal, a las afueras de Montreal. La voz de la casa envuelve al lector y va desgranando poco a poco las miserias y la maldad de los moradores oculta bajo sus sesenta y siete cerraduras. Tras un inicio prometedor, «Estaba segura de que terminarían encontrando el cadáver», la autora desarrolla una trama que nos lleva al pasado y al presente de esta extraña familia, los Delorme. Los personajes, Louis-Dollard, su mujer Estelle y las cuñadas de ésta, Mórula, Gástrula y Blástula (geniales, a modo de las tres brujas de Macbeth), están perfilados hasta el último detalle. Todos unidos por su adoración al dinero y su obsesión por incrementar la fortuna familiar de la que es impensable disfrutar. Ni un céntimo se desperdicia en esa casa, atenta a las idas y venidas de sus moradores, y que suspira por ser reparada de una vez por todas:

«Aquí se cuenta cada centavo. Y se vuelve a contar. Ese es, por cierto, su pasatiempo preferido. Todas las noches después de cenar, sobre el tapete verde de una mesa de juego, Louis-Dollard y Estele recrean el famoso cuadro del pintor flamenco Quentin Massys, El cambista y su mujer, apilando dinero contante y sonante en los platillos de una pequeña balanza de astil, mientras que Mórula, Grástula y Blástula, tocadas con viseras de celuloide, completan por turnos las columnas del Libro Mayor General».

Sin embargo, una venganza familiar pondrá en peligro la miserable existencia de la familia Delorme y el secreto que esconde «la cámara verde». El regreso de Vincent, hijo del matrimonio y heredero del imperio y la aparición de Penny Sterling, harán temblar los cimientos de la vieja mansión, impregnada de la maldad de sus moradores. Mansión que tendrá un papel muy activo en el desenlace final.

A pesar de estar escrita en clave de humor («No solo ha conservado su cintura de soltera, sino que la ha doblado»), no deja de ser una novela dura y crítica que lleva a la reflexión sobre las debilidades humanas y las obsesiones, dejando, por otro lado, un resquicio para la esperanza.

Una muy buena novela que sin duda recomiendo.