La novela Solenoide (2017, editorial Impedimenta en versión castellana) del rumano Mircea Cartarescu, que acaba de ganar el premio Formentor, es un ejemplo. Solenoide es el diario de un profesor de colegio que quiso ser escritor. La novela es en parte autobiográfica pues su autor fue profesor durante los últimos años del régimen comunista rumano.
Solenoide es la crónica íntima de un fracaso. No es sin embargo una historia de desesperanza o de escepticismo. A lo largo de sus casi ochocientas páginas, la novela registra una serie de pequeñas aventuras en la vida del protagonista. El profesor da clases, se enamora, se casa, se ilusiona, se frustra, tiene una hija. Vive en “la ciudad más triste que se haya erigido sobre la faz de la tierra”, Bucarest.
Al inicio de la novela lo atacan los piojos. Pronto descubre que él también es un insecto y que vive “con el propósito de descubrir si la salvación es posible”. Lo que mejor lo define es un solenoide, una bobina que tiene una gran carga magnética en su interior que nunca proyecta hacia afuera. Es un hombre cercado por sus pasiones, que lleva una vida gris y rutinaria.
Su vida amorosa sin embargo se convierte en un universo: “Aprendió que existe una inteligencia del sexo tan sorprendente como la del cerebro, y que, tal y como el cerebro rezuma deseo, también el sexo irradia inteligencia divina”. Cada noche el protagonista “elegía a una mujer, cada noche probaba con ella una voluptuosidad diferente”. Más adelante afirma “cada mujer era en su vida cotidiana un clima, un mundo maduro y rezumante como un higo”. La contemplación de Maica, una de sus compañeras, de pronto aparece como una revelación: “Se encontraba junto a la ventana, iluminada por aquella luz estridente que devoraba su silueta e incendiaba su cabello”.
Encontrar las revelaciones dentro de la rutina del personaje es una estrategia constante en la novela. Solenoide tiene un final luminoso, bellamente escrito, que sugiere una redención. El protagonista de este libro ama y odia su ciudad, lo mismo que a su vida y a sí mismo. Pero afirma la relación con su realidad, a la cabeza de su joven familia.
Dos de sus frases (“Ya no distingo mis alucinaciones de la realidad” y “El delirio no es un desecho de la realidad sino una parte intrínseca de ella, incluso la más valiosa”), sugieren el ámbito de ensueño y atmósfera interior que le da contexto a este libro. Como toda novela de poeta, Solenoide da vueltas sobre sí misma, repite situaciones y se obsesiona con la intimidad. En sus momentos de revelación (el amor, el sexo, el nacimiento de una hija, la conciencia de la mediocridad del personaje) tiene sin embargo un vuelo poético que he visto pocas veces en una obra moderna. Solenoide es una crónica de la magia de la vida cotidiana, un salto al lado oscuro y acaso luminoso de la banalidad. Solo por este libro, Cartarescu merece largamente el Formentor, y cualquier otro premio.
Alonso Cueto