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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Esta es una novela difícil porque cualquier descuido puede conducir a resolver el intrincado jeroglífico que propone su autor; y la verdad es que merece la pena esperar al final de la historia para disfrutar de un desenlace anunciado en no pocos matices y sin embargo sorprendente. Stanislaw lem no escatima recursos para escamotear al lector la resolución de un misterio que se complica hasta extremos insospechados conforme avanza la acción, aferrando la atención con una garra de acero e implicándolo en la investigación a base de proporcionar pistas en dosis precisas con una destreza maquiavélica. El escritor polaco plantea así un desafío
irresistible que actúa como un señuelo hipnótico, para atraerlo hacia una trama labérintica por donde termina correteando como un ratón de laboratorio. No obstante, Lem es magnánimo en esta ocasión y libera su presa al final, con un desenlace diáfano que, sin embargo, deja un buen puñado de motivos para reflexionar, alargando así el efecto de las numerosas y controvertidas cuestiones que plantea en el texto. Se trata así de una novela de largo aliento a pesar de su brevedad, lo cual le confiere esa cualidad que diferencia la gran literatura de las medianías pretenciosas y pueriles que pueblan en demasía el género policíaco. andaré con cuidado, pues. Sobre todo tratándose de una reedición, y quizá haya quien la leyera en su momento y por eso no vaya a descubrir nada más allá que destacar la excelente traducción con que se presenta esta versión, la cual por sí sola la hace merecedora de una revisión. dicho esto añadiré para quien no la conozca que esta novela es un pasaje accesible al escarpado reino narrativo de Lem, aunque fiel a su estilo el escritor polaco arranca la historia con un planteamiento críptico para luego ir desenredando la madeja a paso lento. el protagonista, del que sólo sabemos que fue astronauta, narra en primera persona un viaje que le lleva de nápoles a París, vía roma, siguiendo un misterioso y desconcertante guión ya decidido que puede confundir al lector desprevenido, quien sin embargo acaba por compartir la peripecia de forma inconsciente, sencillamente a la busca de una explicación. El autor despliega en esta primera parte todo su manierismo lingüístico para crear la atmósfera difuminada de una pesadilla, hasta que desencadena un momento catártico que conduce hacia el planteamiento de la investigación: la misteriosa suerte de un grupo de hombres de perfil similar y en situaciones parecidas, que mueren o desaparecen en extrañas circunstancias. el protagonista recurre a la experiencia de un joven matemático que ha desarrollado un programa informático, que permite ordenar los datos de una investigación para obtener las pistas precisas que lleven a su resolución. Lem se cuela así en los sótanos de la inteligencia institucional en busca de desentrañar sus secretos inconfesables, revelando proyectos disparatados cuyo objetivo es controlar la voluntad de los individuos. Escrita durante uno de los repuntes de la guerra fría, lem aplica su perspicacia para abordar los asuntos controvertidos del arte de la guerra, en la que la ciencia y la política se ponen al servicio de las ambiciones de los estados en conflicto. Un suspense en aumento conduce a un clímax desquiciado que revela al protagonista la solución del enigma. a esas alturas, el lector ya es presa de la red tendida por Lem y no puede sino admirarse de la forma en que le ofrece el desenlace. A partir de ahí comienza a trabajar la mente y es difícil abstraerse de los aspectos que subyacen en la narración, pues muchos de ellos forman parte de nuestras vidas y son realmente escalofriantes. lem se adentra en lo incontrolable, en esas casualidades que gobiernan lo que se conoce como destino y ofrece una imagen desasosegante de la realidad que va más allá de nuestra percepción.

ANTONIO J. UBERO