Porque pocas relaciones dan más juego a la literatura que las familiares. En parte, porque todos somos capaces de reconocernos en ellas, lo que de alguna manera convierte a las obras que las abordan en liberadoras. Sobre todo, si hacen que nos riamos, como es el caso de La extraordinaria familia Telemacus (Blackie Books), cuyos integrantes están dotados de unos superpoderes -el nieto, por ejemplo, sale de su propio cuerpo cada vez que se excita sexualmente– que llamarán la atención de la CIA; o Los Liszt (Impedimenta), que viven tan obsesionados con el orden que no saben cómo integrar en su rutina al visitante que un día aparece en la casa.