Florence Green es la protagonista de esta historia. Durante unos días nos convertiremos en una mujer de unos cuarenta años en 1959. Su ilusión: abrir una librería en Hardborough, un pueblo costero de Suffolk (Inglaterra).
Viuda y con una pequeña cantidad de dinero, que le había dejado su marido, un día empieza a creer que “si no tendría la obligación de demostrarse a sí misma, y posiblemente a los demás, que ella existía por derecho propio”.
“Florence tenía buen corazón, aunque eso sirve de bien poco cuando de lo que se trata es de sobrevivir”
Nuestra librera tendrá que enfrentarse a un cúmulo de adversidades. Pero la más importante la de sus vecinos, que no entenderán su iniciativa. A pesar de todos los inconvenientes se hace con la propiedad de Old House, un lugar abandonado con poltergeist incluido.
Toda la novela se convierte en la lucha por defender su librería junto con Christine, una niña que después de clase le echa una mano y con la que entabla una bonita amistad.
La autora nos explica la realidad que sufre Florence de forma admirable. Para describirnos al Sr. Brundish uno de los habitantes del pueblo utiliza estas palabras:
“Su mala educación molesta de la misma forma que lo hace el tiempo, cuando empieza despejado por la mañana, para nublarse después, rompiendo las promesas que parecía traer consigo”
Así es como Penelope Fitzgerald nos relata como se siente Florence en un momento de la novela:
“se había engañado a sí misma al dejare convencer, por un momento, de que los seres humanos no se dividen en exterminadores y exterminados, y que los exterminadores tienden a colarse en la situación dominante en cuanto pueden”
Un pensamiento que podría ser aplicable a cualquier época.
La librería es una preciosa novela, sencilla y llena de sabiduría. Es toda una enseñanza de vida.