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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Cuando un libro rezuma metaliteratura a través de sus páginas, me atrae como la miel a las moscas. El hecho de que vi varias veces el avance de la película dirigida por Isabel Coixet, La librería, con la que fue la gran triunfadora de los Premios Goya 2018, junto con el éxito de ventas que está teniendo la edición publicada por Impedimenta, supuso el empujón definitivo para leer el título homónimo del que hoy comparto mis impresiones. Si bien he de reconocer que no es una lectura que recomiende alegremente, porque no se espere el lector que en ella pasan situaciones que lo mantengan en vilo a lo largo de los diez capítulos en los que está estructurada, y que espere con interés el desenlace que se va a encontrar cuando vea que el punto y final está muy próximo. La sinopsis que ofrece la editorial muestra resumen muy acertado de lo que nos vamos a encontrar a través de sus páginas y, como siempre digo en estos casos, no merece la pena adelantar nada más sobre su contenido, porque se cae en el riesgo de impedir que otros lectores sientan interés por su lectura.

Penélope Fitzgerald muestra al lector a través de La librería una ambientación con la que viaja a través de sus páginas a la época en la que se desarrolla la trama, tanto en lo que a localizaciones se refiere, descritas de una forma clara y concisa, como del paisaje que rodea a ese pequeño pueblo de la costa de Suffolk. A ello hay que añadir un claro componente costumbrista, ya que a lo largo de sus páginas se refleja el día a día de los vecinos de ese pequeño pueblo del sudeste británico. El realismo está muy presente a lo largo de sus páginas, porque todo lo que sucede a lo largo de los capítulos bien pudiera haber ocurrido en cualquier población similar a Hardborough, y en la época en la que se sitúa la trama.

En La librería el lector encontrará, en mi modesta opinión, ese regusto victoriano que ofrecen algunas escenas que recuerdan a las que tienen lugar en obras ambientadas en esa época, y que tanto atrae a muchos lectores. En este sentido, creo que los seguidores de Jane Austen y de E. F. Benson se sentirán atraídos por esta lectura -esta impresión no deja de ser una elucubración mía-, ya que en sus páginas encontré escenas que me recordaron a ambos autores, como la fiesta que el General y la señora Gamart ofrecen a sus invitados en The Stead, o la presencia de personajes muy peculiares, como el ya mencionado General, que me pareció sacado de las mismísimas páginas de Reina Lucía. No me olvido de la rumorología y cotilleos varios que se extienden entre el particular vecindario que lo conforma – porque dará la impresión de que algunos personajes solo se dedican a eso-, y de los eufemismos que utilizan para referirse a algunos males que los aquejan.

En La librería también se palpa la atmósfera enrarecida que envuelve toda la narración, con la que Penélope Fitzgerald consigue que estemos muy pendientes de la relación de Florence Green con las fuerzas vivas de Hardborough, en Suffolk, que la acorralarán empleando toda la fuerza que les sea necesaria para que abandone la idea de llevar a cabo ese gran proyecto con el que estaba muy ilusionada, a través del que ella quería darse a conocer a sus convecinos, y llevar la cultura a un lugar como Hardborough. Florence Green se daba cuenta de que era una mujer solitaria, al igual que otros habitantes de ese pequeño pueblo, que apenas se relacionaban con sus convecinos, pero también quería que no la vieran como una mujer que solo vivía de lo que le había dejado su marido al fallecerporque se daba cuenta que era una solitaria más de los en el pueblo. El diálogo que mantiene con el director del banco con el que habla para que le faciliten un préstamo, con el que rehabilitar la propiedad en la que quiere abrir su librería, y que llevaba vacía mucho tiempo, es un claro indicativo de los impedimentos que se va a encontrar la protagonista para que su proyecto sea una realidad y con ello logre que los habitantes de Hardborough se acerquen a la cultura. A partir de este momento las situaciones de acoso y derribo a Florence se sucederán para convencerla de que traslade su librería a otro local, porque querían levantar en Old House un Centro para la Música y las Artes. Pero el lector comprobará cómo Florence Green es valiente, un mujer con coraje que se enfrenta a una población cerrada y recelosa, y está decidida a defender su librería, frente a la oposición de la gran mayoría de los vecinos que aprueban el destino que la señora Violet Gamart tiene reservado para esa vieja y ruinosa construcción. Aunque se llevará una gran decepción por el los pedidos que le hacen sus clientes, no por ello decae su ánimo ante el reto que tiene ante sí. La situación se complicará desde el momento en el que le proponen a Florence que venda en su librería ejemplares de una novela, Lolita, del escritor ruso Vladimir Nabokov. A partir de este momento se incrementa el interés por los episodios que se suceden, hasta que el lector compruebe por sí mismo cuál será el destino final que le espera a Florence Green y sus amados libros. En mi modesta opinión, la novela es muy previsible, pero ello no quita interés por ese enfrentamiento dialéctico y epistolar entre las partes contendientes a la hora de defender sus intereses, aunque también el lector se encontrará con episodios que atraerán su atención, sobre todo por la inesperada ayuda con la que se encuentra la protagonista.

Junto con la ya mencionada Florence Green, el lector conocerá a una serie de variopintos personajes, a través de los cuales la autora británica refleja perfectamente lo que acabo de comentar. Ya mencioné a Violet Gamart y a su marido, a quien el lector conocerá como el General. El lector se encontrará con elenco de personajes que atraerán su atención, como el hecho de que sea una niña, Christine Gipping, la que le ayude en la librería después de las clases, o Jessy Welford, que le llevará la contabilidad; el señor Raven, que hacía las veces de veterinario supernumerario; Deben, el pescadero cuyo comercio se ponía en venta; el no menos curioso Milo North, que trabajaba en Londres en la BBC, y algunos más que desfilarán por las páginas de esta novela. Aunque junto a Florence Green sobresale también la propia librería como un personaje más, pues la conoceremos desde que era un edificio en ruinas, hasta que el señor Wilkins y los Scouts del Mar la convierten en el hogar de la protagonista, y el lector presenciará el desfile de personajes que acuden a la librería a realizar sus pedidos, o se servirá de la biblioteca que la propietaria decide poner al servicio de quienes sientan interés por pasar parte de su tiempo disfrutando con los libros que se ponen a su disposición. El lector conocerá la presencia de ciertos fenómenos sobrenaturales que se producen en esa antigua propiedad, y que los vecinos achacan a que son obra de un poltergeist, -que en el argot local conocen como rapper-, y que se manifestará en algunas ocasiones a lo largo de la novela, o eso es lo que creen que hace quienes dicen sentir su presencia.

La librería es una novela escrita con un lenguaje sencillo, sin artificios, y de lectura pausada para así comprender mejor al personaje principal. El lector se encontrará con que el humor inglés estará muy presente de una forma muy sutil, y en la que un variopinto grupo de personajes mostrará el miedo a la gran novedad con la que se tienen que enfrentar y que procurarán no triunfe, provocando un terremoto sutil pero devastador.