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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Más trabajo para el enterrador

Una lectura muy recomendable para los lectores que gustan de las novelas de misterio, o de las novelas británicas, o de la lectura sin apellidos. Lo malo de la novela… que seguramente provoque adicción al detective.

Margery Louise Allingham (1904, Londres – 1966, Colchester), autora de Más trabajo para el enterrador, fue junto con Agatha Christie y Dorothy L. Sayers una de las tres grandes damas de la novela inglesa de detectives. Allingham dio vida al detective Albert Campion en Crimen en Black Dudley y desde esa primera novela se convirtió paulatinamente (en esa primera novela era casi un secundario prescindible) en protagonista de casi cuarenta historias (entre relatos y novelas). La primera característica de este detective es su capacidad para moverse igual de cómodo entre la clase alta y entre la criminal (si bien, a veces, es la misma clase). El interés que este detective despertó fue tal que incluso la BBC le dio un lugar en la programación con un total de ocho películas (de una hora de duración aproximadamente).

Esta aventura se desarrolla en Apron Street, una calle que representa un micromundo de antiguas costumbres sociales, secretos que terminan siendo confesables y peligros ocultos en cada callejón. Campion es llamado para resolver un misterioso asesinato (que comenzó no siéndolo) por envenenamiento. Para resolver este crimen contará con la colaboración de su ayudante Lugg y del inspector de policía encargado del caso, Charlie Luke. La persona asesinada es Ruth Palinode, una de las integrantes de una familia de la clase alta venida a menos con el paso de los años, las malas gestiones económicas y la inestimable ayuda de terceras personas.

La narración de Allingham nos va aportando información de forma paulatina, enredando la trama poco a poco, y dejándonos claro que Campion va deduciendo vínculos, consecuencias y encadenando de forma lógica los hechos, y que los lectores no vamos a tener esta información hasta que el detective tenga la absoluta certeza de que las cosas pasaron tal y como él las está intuyendo y razonando. El goteo de personajes es continuo; al principio de la novela conocemos a los que tendrán mayor peso, pero a lo largo de la narración van apareciendo otros que tienen su momento de importancia en el misterio por resolver. Asesinatos, dinero, viejos malhechores reconvertidos en empresarios respetables (o no tanto), amores escondidos, relaciones extramatrimoniales del pasado, cartas anónimas… toda una serie de ingredientes que convierten esta novela de misterio en una tela de araña para el lector, que no podrá dejar a medias la lectura para concentrarse en otra tarea.

Además de la trama misteriosa, la novela nos deja un retrato algo irónico de un grupo de personajes: un banquero ávido de más y más dinero, huraño, que casi podemos imaginar físicamente como las representaciones que se han hecho de Ebenezer Scrooge; una joven que vive su adolescencia escondiendo su amor por miedo a su familia; una familia, la Palinode, que de vivir sin ningún ahogo económico ha pasado a vivir casi de la caridad (es el caso de alguno de los integrantes de la familia), de alquiler en la que fue su propia casa y queriendo mantener las apariencias y las amistades; otros inquilinos característicos de las historias de esta época que aportan su granito de arena para aumentar el embrollo o para resolverlo (porque todos tienen algo que esconder y que contar); lógicamente, un enterrador, al que podemos imaginar como el personaje de Igor de El jovencito Frankenstein (pero sin la faceta cómica); un médico agobiado por el trabajo y por su mujer; y un atípico ayudante, el de Campion, que en el pasado tuvo una vida poco recomendable (pero muy útil para Campion en el presente).

En resumen, una lectura muy recomendable para los lectores que gustan de las novelas de misterio, o de las novelas británicas, o de la lectura sin apellidos. Lo malo de la novela… que seguramente provoque adicción al detective.

Irene Muñoz Serrulla