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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

KOKORO

La literatura nos da la posibilidad de indagar en las formas y costumbres de otros pueblos, culturas y épocas, aunque este no sea su fin principal.

En la forma en que los personajes son retratados y los espacios en los que se mueven son descritos, encontramos elementos valiosos para la comprensión de una idiosincrasia, sin importar que tan ajenos somos a ella en algunos casos.

El extremo oriente suele ser confuso para los occidentales (nuestras culturas indígenas también), porque sus procesos han sido muy diferentes a la de los hijos de Grecia. Así, por ejemplo, mientras que en Occidente la Edad Media finalizó, según algunos, con la toma de Constantinopla por parte de los turcos, en Japón, particularmente el feudalismo tuvo su fin en la época Meiji, que comenzó en 1867. Esto implicó que la casta samurái desapareciera y que Japón se abriera ante un mundo que había sido afectado por la revolución industrial. Mientras Japón vivía en el arte y la artesanía, Occidente se hallaba inmerso en un grosero mundo de producción en masa. En esa época de cambio, que incluye la muerte del Emperador, se desarrolla Kokoro.

La historia de Kokoro es sencilla y transcurre en dos épocas diferentes. En la priemera de ellas, un hombre joven se esfuerza en iniciar una amistad con un hombre mayor, a la espera de aprender de su experiencia, de ese súmmum de conocimientos de los que ha bebido a lo largo de su vida. Sin embargo, el hombre, a quien llama Sensei, se resiste, le da a conocer su desprecio por los hombres, y la recuerda que siendo él también un hombre, es digno de desprecio. Por supuesto, estas palabras y esta particular forma de ver el mundo afectan profundamente al joven, quien se siente intrigado y, poco a poco, se hace un lado junto a Sensei. La segunda época, sitúa la juventud de Sensei, y muestra cómo llegó a ser el hombre que desconfía de los demás y nos narra la razón por la que se desprecia a sí mismo.

Mucho hay de triángulo amoroso en Kokoro, pero también mucho de la necesidad de aprender de los otros, de aquellos que son mayores o han tenido experiencias diversas en la vida. Mucho hay también de esa cultura japonesa donde las cosas no se dicen con claridad, sino que se pueden dar grandes rodeos. Así, por ejemplo, en muchos casos podemos juzgar a los personajes como demasiado timoratos, tiene que ver mucho con la vergüenza, tanto propia como de los demás. No es fácil para ellos hablar de los propios sentimientos, y en ocasiones hay por ello exceso de risa o de llanto, para esconder la magnitud de lo que sienten frente a los otros.

La edición de Impedimenta es preciosa (lo de impedimenta puede estar relacionado con sus precios, que evitan que cualquiera pueda llevárselos a casa) y está acompañada de una traducción que facilita el acercamiento por parte del lector profano. De hecho, la primera parte del libro llega a sentirse muy cercana.

Kokoro es un libro pleno de una gran belleza, que se deja leer de forma rauda, pero que obliga a contemplar algunas formas en las que los protagonistas entablan relaciones, y, también, como vivir en un mundo de arte y artesanía puede afectar la forma de contemplar el mundo que te rodea.

Por último, ha de señalarse que los adolescentes y jóvenes podrán sentirse muy identificados con algunos apartes del relato, sobre todos aquellos relacionados con las dificultades para hablar de los sentimientos con otros, y de las formas de relacionarse con los adultos.