cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Solenoide» – Mircea Cărtărescu

Bienvenidos al edificio de la memoria. Está invitado a caminar por sus pasillos inacabables, a espiar por puertas entreabiertas a salones inundados de luz, a intentar forzar picaportes fosilizados, a verse deformado en espejos que se replican al infinito.

La memoria es la piedra basal que sostiene la estructura de esta novela, pero Solenoide es mucho más. El narrador, un sombrío maestro de escuela y escritor frustrado, nos sitúa en la Bucarest de la década del 80. El ocaso de comunismo se palpa en la decadencia de las construcciones, en el autoritarismo de los profesores, en las estrecheces del día a día. No estamos, sin embargo, ante una crónica realista de la vida bajo el régimen comunista. Tras las páginas iniciales, un concepto me vino a la cabeza, “autobiografia fantástica”. A través de sus devaneos oníricos, el autor intenta recuperar ese país vedado al mundo adulto: la niñez y su carga fantasmal de recuerdos difusos, que muchas veces caminan por el borde entre realidad y ficción. Pero acaso, cuando miramos hacia nuestro pasado, ¿no caemos en esa duda? ¿Qué fue lo que paso realmente? ¿Fue así como lo recuerdo?

«Mis actos serán, por tanto, fantasmagóricos y transparentes e indecibles, pero en ningún caso irreales. Los he sentido siempre en mi propia piel. Me han atormentado terriblemente para nada. En cierto sentido, me han arrebatado la vida tanto como lo habrían hecho mis libros si hubiera conseguido escribirlos».

En el prefacio a El Ruletista, el cuento más conocido de Cărtărescu, Marian Ochoa de Eribe, traductora del autor al español, me ayudó a entender qué era esto que me sonaba a «autobiografia fantástica»:

«En la obra de Mircea Cărtărescu late con fuerza una tradición propia y original de la literatura rumana: el onirismo. El onirismo como fenómeno literario surgió con fuerza en Rumania finales de los años 60, a pesar de que el régimen comunista persiguió con saña a los poetas y autores oníricos que mostraban la osadía de expresarse en un lenguaje literario que escapaba al control ideológico y que daba prueba —sin duda lo más grave— de una vigorosa libertad interior».

A partir de esta aclaración se comprende como en la novela, los límites entre realidad y ficción se desvanecen ante nuestros ojos: una escuela de la clase proletaria muta en laberinto sombrío, una fábrica abandonada se convierte en un catálogo de horrores y la escalera del edificio de departamentos que durante el día llega hasta la planta baja, por la noche desciende hasta la oscuridad más primigenia, casi hasta el inicio mismo de la humanidad.

Pero hay mas, (no podría ser de otra manera en una obra de casi ochocientas páginas), Cărtărescu, un poeta en sus orígenes, revela un exquisito manejo del lenguaje que hacen que ciertos pasajes se acerquen más a la poesía que a la prosa:

«Alcanzaba el pie de unos de los postes de luz y miraba hacia arriba, hacia el final del andamio ciclópeo: los reflectores, ya apagados, colagaban como pesados racimos, la fruta de la noche».

Cada capítulo posee una enorme densidad, una enorme carga semántica y figurativa que hacen necesaria una lectura pausada. Esta intensidad hizo que, en mi caso, tuviera que parar cada dos o tres capítulos, y esto a pesar de que no son muy extensos.

Pero detrás de su uso magistral del lenguaje, late una pulsión muy típica del posmodernismo, el cuestionamiento de la capacidad de las palabras para expresar, a la vez que la exposición de esta artificialidad.

Si en El Ruletista, el autor desconfia de la palabra en la página:

«¿Cómo, con qué instrumentos puedes exponer en una página un testimonio puro, libre de la cárcel de las convenciones artísticas? Tengo que asumirlo y tener el valor de reconocerlo: de ninguna manera».

En Solenoide, se cuestiona la esencia misma de la literatura:

«La literatura es un museo cerrado a cal y canto, el museo de las puertas ilusorias, de los artistas preocupados por los matices del marrón y por la imitación lo más expresiva posible de los marcos, de las bisagras y de los picaportes, por el negro aterciopelado de la cerradura».

E incluso, la esencia de la lectura:

«Después de leer decenas de miles de libros no puedes evitar preguntarte, ¿Donde ha estado mi vida durante todo este tiempo?».

Así como en la vida real, (nuestra aburrida y concreta realidad) un solenoide presenta una corriente magnética continua en su interior, el universo Solenoide nos pone ante la dinámica del cambio constante, las estructuras espaciales y temporales, pero también las estructuras mentales se van reacomodando a través de las páginas, pero siempre a partir de un prisma ordenador: la memoria.

Solenoide es un placer, también un reto. Quienes disfrutan con los desafíos no pueden dejar de acometer esta empresa.