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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Al final de la mañana» de Michael Frayn: un relato humorístico de una época de cambios y de un periodismo que ya no existe

«Al final de la mañana» es un reflejo de la sociedad de finales de los años sesenta en la que está escrita, en la que el antiguo periodismo de los diarios va perdiendo importancia en relación a la radio y, sobre todo, a la televisión.

El autor británico nos cuenta en esta obra costumbrista repleta de humor las vicisitudes de un grupo de periodistas de un diario londinense que dedican más tiempo a visitar el pub más cercano que a trabajar.

Al final de la mañana de Michael Frayn es una de esas obras que rescata Impedimenta que permanecía inédita para el mercado español. Y en esta ocasión nos descubren esta obra de Michael Frayn, al igual que han hecho con otros autores como David Nobbs o Edmund Crispin. La traducción es de Olalla García.

Michael Frayn es un novelista y dramaturgo, y también ha destacado como traductor de la obra de autores rusos al inglés. Es periodista de profesión y ha trabajado The Guardian y en The Observer, donde destacó por su vena más satírica. Entre sus obras cabe destacar: The Tin Men (1965, ganadora del Premio Somerset Maugham), The Russian Interpreter (1966, ganadora del Premio Hawthornden), Una vida muy privada (1968), La trampa maestra (1999, finalista del Premio Booker) y Juego de espías (2002, ganadora del Premio Whitbread de novela)

En Al final de la mañana encontraremos a John Dyson, editor de columnas sobre el campo, crucigramas y reflexiones religiosas, unas secciones muy poco relevantes entre todas las del periódico. Por otro lado, conoceremos a Bob , su ayudante, más joven que él y, en la práctica, su mano derecha.

La novela nos la cuentan en torno a esos dos personajes, aunque asistimos a un periplo mucho mayor de secundarios que figuran en escena como la esposas de Dyson; Tessa, la joven novia de Bob; el señor Mounce, compañero de Bob y de John Dyson, su esposa, que no deja de acosar a Bob. Hacia el final del libro va a aparecer un nuevo personaje: Morris, un joven periodista que va a poner patas arriba el mundo de sus compañeros.

Dyson se siente estancado en su carrera, en su vida, resulta ser un editor de medio pelo, que dedica más tiempo a exaltar sus cualidades, los logros que podría estar consiguiendo en otro puesto de mayor responsabilidad, que a trabajar para conseguirlo. Consigue ver esa esperanza de ascender en el escalafón cuando lo invitan a un debate televisivo sobre la cuestión racial, tema del que no tiene ni idea. Aunque él piense que sí porque sus vecinos son de las Antillas. John Dyson tiene delirios de grandeza, pretende ascender de clase social y pertenecer a la burguesía acomodada que se codea con lores y damas en fiestas de postín.

Bob es una figura atrapada entre sus ganas de cambiar, fijándose en su mentor y jefe Dyson, y la apatía y falta de personalidad que demuestra para realizar sus sueños y proyectos. No se encuentra conforme con su situación actual y no sabe o no tiene los medios para transformar su vida. Al igual que Dyson se encuentra atrapado y estancado, pero a diferencia de su jefe, Bob todavía es lo bastante joven para conseguir modificar las cosas con las que no se encuentra satisfecho en su existencia.

El personaje que va a suponer un punto de inflexión va a aparecer en el último tercio de la novela: Morris, un joven que es reclutado para el periódico. Al contrario que sus dos compañeros de trabajo, Morris no deja de planificar, de relacionarse con personas de diferentes campos, de trabajar para mejorar su futuro, de mantener varias opciones de negocios abiertas al mismo tiempo.

Dyson se enfada con Morris y se molesta con él por cualquier estúpida excusa, porque cuanto representa el joven periodista supone lo que nunca conseguirá para su vida.
Bob lo envidia de una manera un tanto sana y pretende parecerse a él en todo lo posible, porque piensa que tiene capacidad de mejora.

Por último, Morris, que con su buen trabajo, su eficiencia y su ambición desquicia a los periodistas más antiguos del lugar, porque consigue que se hagan las cosas y solucionar problemas al instante.

Este choque generacional crea varias de las situaciones más divertidas del libro. También las diferentes conversaciones entre Bob y varias de las mujeres con las que se relaciona, unos encuentros repletos de equívocos, enredos y malentendidos que dan pie a la comedia.

Al final de la mañana es un reflejo de la sociedad de finales de los años sesenta en la que está escrita, en la que el antiguo periodismo de los diarios va perdiendo importancia en relación a la radio y, sobre todo, a la televisión. Además del cambio social que se produce en la sociedad británica debido a la inmigración procedente de las antiguas posesiones coloniales, ya independizadas, del Imperio Británico y que viajan a la metrópolis en busca de un futuro mejor.

Y es un retrato humorístico de una época de cambios y de un periodismo que ya no existe más, o no de la misma manera. El autor británico nos cuenta en esta obra costumbrista repleta de humor las vicisitudes de un grupo de periodistas de un diario londinense que dedican más tiempo a visitar el pub más cercano que a trabajar.

Para finalizar, tal vez esperaba más de Al final de la mañana, sus personajes quizá no resultan memorables, comparados a otras obras cumbre del género humorístico, aunque es un libro por completo recomendable. Si te han gustado personajes como Reginald Perrin de David Nobbs o Gervase Fenn de Edmund Crispin, lo más probable es que esta historia también resulte de tu agrado. Por no hablar de la excelente edición de Impedimenta, como siempre una maravilla.

Alejandro Guardiola