Mircea Cartarescu, autor de Solenoide (unánimemente considerada una de las mejores novelas del año pasado), reconoce en varias entrevistas su frustración por no haber seguido escribiendo poesía, género que practicó durante su infancia como iniciación a la escritura. Sin embargo, la prosa que da forma a El ala izquierda, nos descubre otro tipo de poesía: una que emerge, como fogonazos de luz, en cada una de sus páginas. Talmente como si la capacidad de síntesis y la potencia imaginativa de la poesía, estuvieran agazapadas entre los márgenes del texto y de pronto asaltaran al lector que, más que despertar de un sueño, encuentra una vía directa hacia él. Así, por ejemplo, después de una larga reflexión y digresión sobre los mecanismos cerebrales que nos permiten recordar el pasado, Cartarescu nos lanza la siguiente frase. “Mi memoria es la metamorfosis de mi vida, el insecto adulto cuya larva es mi vida”. De pronto todo se ilumina y en esta preciosa metáfora se esconde el encanto y el misterio del proyecto literario del escritor rumano. Esta ala izquierda que da título al libro es una de las partes de este insecto adulto en el que se ha convertido el pasado del autor. Un pasado que con el transcurrir del tiempo parece tan ajeno y distante que, el propio escritor entiende como una entidad separada de él, una verdadera metamorfosis kafkiana donde miramos atrás y no reconocemos los “yos” que hemos sido. Ahora bien, lo que podría considerarse una autobiografía o bien unas memorias se convierten en un verdadero viaje onírico donde los recuerdos de infancia de Cărtărescu se amalgaman con imágenes alucinantes y alucinatorias, como si las calles de Bucarest pudieran convertirse en escenario de una reescritura literaria de El jardín de las delicias de El Bosco. Pura fantasía e imaginación -como los gitanos adictos a la flor de amapola, la secta de los Conocedores o un ejército de muertos vivientes y una hueste de ángeles bizantinos enviados para combatirlos- conviven con la sensibilidad y claridad con la que Cărtărescu evoca su madre, sus primeras pulsiones sexuales o su encuentrocon la literatura. En el diálogo entre estos dos registros de imágenes -el recuerdo y el sueño-, emerge la propia historia de Europa -la llegada del Comunismo en Rumanía-, concentrada en un bellísimo y singular retrato de Bucarest. El paisaje “extraterrestre” que alza ante nosotros Cărtărescu puede parecernos irreal pero ¿y si los recuerdos no dejan de ser una simple ficción que construimos? No en vano, el propio escritor nos dice en un momento dado, “Recuerdo, es decir, invento”.
Alan Salvadó