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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

¡Ya somos (del todo) europeos!

Este año la Navidad viene cargadísima de libros para los pequeños

Santa Claus es, como casi todo lo que tiene que ver con la Navidad —excepto el nacimiento en Belén de su verdadero protagonista—, una creación del XIX: el personaje, inspirado originalmente en san Nicolás de Bari, evoluciona desde que Washington Irving lo recupera de la tradición holandesa hasta que, en los años treinta del siglo pasado, el dibujante Haddon Sundblom le confiere su actual aspecto iconográfico por encargo de… Coca-Cola, que lo usa en sus campañas navideñas.

En todo caso, este año el tal Santa viene cargadísimo de libros para los pequeños. Entre los que han llamado mi atención destaco la reedición de tres clásicos contemporáneos: Verónica (Alba), que cuenta las aventuras de una hipopótamo que quiere hacerse famosa; ¡Dídola pídola pon! o La vida debe ofrecer algo más (Kalandraka), del gran Maurice Sendak, y Matilda (Penguin Random House), de Roald Dahl, que acaba de cumplir 30 años. Entre las novedades, me inclino por dos de Kalandraka: Un largo viaje, de Daniel H. Chambers y Federico Delicado, y Cándido y los demás, de Fran Pintadera y Christian Inaraja; uno de Impedimenta: Mary, que escribió Frankenstein, de Linda Bailey con ilustraciones de Júlia Sardà, y uno de Combel: el pop-up (troquelado y tridimensional) Los Reyes Magos, de Meritxell Martí y Xavier Salomó. Por último, para los lectores más autónomos, mis preferencias van hacia Cascanueces y el Rey Ratón (Nórdica), de E. T. A. Hoffmann (ilustrado por Maite Gurrutxaga); La conquista de los polos (Nórdica), de Jesús Marchamalo (ilustraciones de Agustín Comotto); Planetarium (Impedimenta), de Chris Wormell y Raman Prinja, un estupendo álbum para los aficionados a la astronomía, y Súplica a la mar (Salamandra), de Khaled Hosseini (ilustrado por Dan Williams), un poético relato inspirado en la historia real del niño sirio ahogado en el Mediterráneo cuando su familia intentaba llegar a Europa en un bote de goma. Espero que a Santa no se le rompa el saco con tanto peso.

Manuel Rodríguez Rivero