Ahora, mientras todavía humean ligeramente las brasas y al acercar la mano, todavía podemos calentarnos en las ascuas ligeramente bermejas, aprovechamos para poner bajo el foco algunas hogueras literarias que todavía alumbran desde las estanterías, para guiar las barcas en que llegan los camellos y los Reyes de Oriente. Aún estamos a tiempo.
Maurice Dekobra, La Madona de los coches cama, Impedimenta.
El tránsito entre el siglo XIX y el XX, esas tres décadas que van desde 1890 hasta 1920, produjo la mayor cantidad de personajes estrafalarios, de seres de mirada luminosa y ganas de comerse el mundo como si cada bocado fuera el del manjar más jugoso, como si cada trago fuera del caldo de los dioses y el burbujeo de los espumosos partiera desde el cosquilleo de la nariz hasta el torrente sanguíneo.
Puede que lo que sigue sea interpretado como un pecado de pereza, pero pocas editoriales presentan a sus autores con la concisión narrativa con que lo hace Impedimenta, así es que si no puede mejorar lo que ya está escrito, limítate a plagiarlo: Maurice Dekobra es el seudónimo con el que se dio a conocer Ernest-Maurice Tessier. Nació en París en 1885, peo cursó parte de sus estudios en Alemania y, además del francés, llegó a dominar el inglés y el alemán. Nunca dejó de viajar; de hecho, más adelante sería uno de los primeros occidentales en visitar Nepal. Fue el primer gran reportero reconvertido en escritor; en 1908 tuvo un encuentro con una encantadora de serpientes que leía la fortuna con la ayuda de dos cobras, y fue entonces cuando adptó el seudónimo con el que sería conocido en todo el mundo. Aquellos tiempos en que la gente tenía «encuentros»… , pero sigamos. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió como oficial de enlace francés para la División 42 de Infantería de Estados Unidos, también conocida como Raimbow, y después de la guerra se mudó a ese mismo país para trabajar como corresponsal especial,… Demos aquí un pequeño salto por encima de su experiencia norteamericana, para caer de lleno en la descripción del personaje: Don Juan mundano, cantor de la «edad del cóctel», un Morand en versión pop, este Fitzgerald a la francesa fue alternativamente compañero de fatigas londinenses de Chaplin, cazador de tigres en tierra de maharajás, amante de Rita Hayworth y asiduo de las compañías transatlánticas en tiempos en que la jet set se llamaba smart set.
Reflejo de esta vida, la obra novelística de Dekobra contiene trazos de realismo denimonónico ruso, causticidad británica y glamour galo, que en el caso de La Madona de los coches cama se desarrollan en una trama a bordo del Orient Express, poblada por figuras glamurosas de la nobleza británica y espías soviéticos que pergueñan una de las primeras novelas de espías del siglo XX, en la que una de las penurias principales será la gran dificultad para almorzar con un mínimo de decencia.
Eduard Aguilar