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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Maryse Condé, Premio Nobel Alternativo 2018

Relatos autobiográficos de una escritora de Guadalupe que desvale las caretas del coloniaismo, el racismo…

Este año pasado las cosas no han marchado como de costumbre en lo que hace al galardón de la Academia Sueca en el campo de la literatura; la concesión del premio fue aplazado debido a un escándalo sexual que provocó la renuncia de ocho de sus dieciocho miembros. Los organizadores del The New Prize in Literature 2018 trataban de llenar el vacío que se había creado, adjudicando un premio y posteriormente disolverse. Lo de «Nobel alternativo», es una etiqueta creada por los periodistas de la que me sirvo para titular este comentario.

El modo de funcionamiento de cara a la elección del premio consistió en recavar la opinión de los bibliotecarios de Suecia sobre sus escritores predilectos: las respuestas dieron lugar a una lista de cuarenta y siete escritores originarios en su mayoría de EEUU, Reino Unido y Suecia, publicada la lista en la web de la Nueva Academia, esta fue sometida a votación en la que participaron treinta y dos mil personas. Entre los elegidos quedaron en lugar destacado el nipón Haruki Murakami (que declinó su candidatura, seguramente por ambicionar galardones más consolidados y prestigiados), la canadiense nacida en Vietnam Kim Thúy, el británico Neil Gaiman y Maryse Condé que fue finalmente a quien se concedió la distinción.

El nombre de la escritora guadalupeana Maryse Condé (Pointe-à-Pitre, 1937) se había barajado más de una vez en las quinielas del Nobel, ahora la obra des esta profesora en Guinea, Ghana, Senegal, Francia y en la universidad de Columbia resulta premiada, amén de periodista( en la BBC) y presidenta del Comité del Recuerdo de la Trata de Esclavos , que se organizó en Francia, ha sido premiada e Impedimenta ha publicado, rauda y veloz, comme d´habitude, uno de sus más destcados y significativos libros: «Corazón que ríe, corazón que llora. Cuentos verdaderos de mi infancia». El subtítulo apunta a la verdad del contenido de la obra que reúne diecisiete relatos de sus vivencias, sus relaciones familiares y otras, resultando en este sentido no una novela de formación sino – y que me permita la boutade– de deformación, en la medida en que puede verse su combate por huir de la formación que se le pretendía imponer por parte de sus padres, en especial por parte de su madre, tanto en lo que hace a la religión, a las tradiciones y costumbres (las pertenecientes al imperio ya que el criollo y las costumbres de Guadalupe carecen de civilización) , a la idolatría con respecto a los valores de la potencia colonial, la grande France, a la que no consideraban como tal sintiéndose orgullosos de su pertenencia e identidad, y a los modos y maneras de comportarse…para ellos los eufemísticamente llamados DOM-TOM son tan Francia como el propio Hexágono.

Estamos en los años cincuenta, en la capital del archipiélago de Guadalupe), y el estricto marcaje al que se le sometía con respecto a la educación a esa niña no esperada y de madre pasada la cuarentena ( cosa que la madre oculta para luego campanearse), va a suponer supone —del mismo modo que hay resistencia donde hay opresión— un desmarque temprano por parte de la niña. Nacida en una familia de ocho hermanos, entre los que la niña ha de buscarse un hueco,sus padres se consideraban —como queda señalado— tan franceses como los franceses de pure souche, y hasta más , lo que les hace lucirse y tener una auto-estima, al menos aparente, desbordante, no solo en lo que hace a su francesidad, sino al espíritu de distinción y esmerada politesse, además de una especial atención a las apariencias y las formas su padre suelta coletillas en latín que a la niña le repatean y la madre se esfuerza para hacer que la niña, y todos los demás, vistan elegantes y muestren unos modales exquisitos; en concreto, Maryse ha de comportarse como una delicada niña tanto en el colegio como en las fiestas a las que asisten; igualmente no son bien vistas las relaciones estrechas con los sirvientes, pues hay clases, y hay que mantener esa distinción mostrando, precisamente, clase. La protagonista nos va dando a conocer , en distintos flashes, sus amistades ( con Yvelise), la toma de conciencia de ciertas distinciones tajantes provocadas por el color de la piel, no solo entre negros y blancos sino entre los propios negros —más o menos intensidad— y los mestizos, y hasta comprueba el maltrato al que le somete una niñita, blanca ella, que en el parque la trata como si ella fuese un animal llegando a golpearla y dejando claro el desprecio debido al color de la piel ( porque eres una negra)… más tarde, comprobará tales diferencias y minusvaloraciones en el ámbito educativo, en la propia metrópolis a dónde se trasladó a cursar su bachillerato y los cursos preparatorios en el liceo Fénélon y más tarde en la Sorbona; veremos igualmente como la muchacha destaca en decir sin cortapisas —lo cual le hace perder momentáneamente a su mejor amiga por escribir una redacción, que luego ha de leer en clase, en la que la amiga queda más bien mal parada, tanto en los físico como en lo intelectual—. Nos habla también de un fugaz amorío, etc.

Hay de todos modos una frase que le dirige su hermano Sandrino: nuestros padres son un par de alienados, que al principio descolocan a la muchacha ya que no entiende el significado de la expresión y que con el paso del tiempo irá comprendiendo: la condición de colonizado que no toma conciencia de su propia identidad adoptando la de los dominantes como si realmente fuese la suya, sentimiento que, obviamente, se extiende a los aspectos culturales y también morales (del latín: mos, moris = costumbre). Ellos, los progenitores, como funcionarios antillanos, se vanaglorian de su condición, también cuando van de vacaciones a París con su prole, luciendo él su Legión de honor, sin sospechar que la gente les miraba pasmada ante el desfile.

Maryse Condé visita, en la distancia (el libro se abre con una frase de Marcel Proust: «Lo que la inteligencia nos devuelve con el nombre de pasado no es el pasado»), su niñez y juventud y lo hace entreverando humor y llanto, siendo lo segundo dominante en la medida en que dejan más huella en sus recuerdos , y en su propia conformación, los momentos dominados por la sensación de abandono ( que le perseguirá más tarde en su vida parisina en la que se da una absoluta incomunicación con alguna de sus hermanas que allá habita), en una tensión que va de los elogios, y la despreocupación paterna, al espíritu inquisitorial materno…, tristeza que, más adelante, en la medida en que conciencia de los males del colonialismo y el racismo, hará que vea el comportamiento de sus padres, ajenos a tal toma de conciencia, como realmente fruto de una honda alienación, pues más allá de las bellas, y conformistas, palabras de sus padres, la realidad es la realidad y la terquedad de esta se plasma en los casos y situaciones de la vida a través de los que Maryse va tomando conciencia de que el color de la piel suscita, del desprecio que ella suscita, del dominio colonialista y el aplastamiento y ninguneo de la idiosincracia de los colonizados, tomando conciencia a la vez de la existencia de la lucha de clases…conciencia que le empujará, ya en la capital del Sena, a participar en la organización de algunos encuentros y conferencias contra el colonialismo. Su rebeldía, no obstante, le llevará también a no plegarse a los destinos previstos en el liceo: los de una negrita con talento. Dentro de esta gradual toma de conciencia se ve cómo se desmarca de algunos discursos asimilacionistas, revestida de de la reivindicación orgullosa de la negritud como los del poeta Aimée Césaire sirviéndole en este camino la lectura de Zobel y el contacto con las ideas del psiquiatra martiniqués, afincado en Argelia, Franz Fanon y la llamada a la lucha de los condenados de la tierra si quieren liberarse de las cadenas de la dominación.

Lo dicho no ha de hacer pensar que nos hallemos ante un texto de combate, deudor de la típica langue de bois, sino que la prosa rebosa ternura, afectos, y se detiene en aspectos sensuales de la naturaleza, derivando por la belleza de algunas mujeres, sus sentimientos de cercanía con algunas sirvientes , el amor de la tata Julie, sus filias y sus fobias…

Una obra de fácil lectura escrita con brillo y sencillez que sirve para dar cuenta de la situación de Guadalupe en los años cincuenta y de la lucha de una mujer por abrirse camino entre su isla y la metrópolis, contra los vientos y mareas del racismo (huyendo de las componendas denunciadas por Fanon entre pieles negras y máscaras blancas), optando por la escritura elaborada con una resplandeciente lucidez.

Iñaki Urdanibia