¿Es posible escupir tantos dardos de odio en tan pocas líneas y con tanta precisión? Debe de serlo, porque el adolescente Aleksy, un tipo difícil, no deja de hacerlo línea a línea. Mataría a su madre, que se alza ante sus ojos, aunque poco, como un cúmulo de despropósitos biológicos. Pero, para su desgracia, este hijo de la emigración eslava a Inglaterra, con una hermana muerta y un padre evaporado, tiene que irse de vacaciones con ella a la vecina Francia. Y ahí le llega la revelación que inerva el título. Porque esos ojos verdes, para Aleksy lo único bello de su madre, pasan a ser de pronto señales en primer plano de una senda de reconciliación. La moldava Tatiana Tibuleac (1978) se estrena en la novela con esta historia de vidas rotas que se devora de un tirón. Si la mano que pasa la página no tiembla demasiado.
—Eugenio Fuentes, La Nueva España