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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Pudiera uno pensar que detrás de esta osadía se esconde la comprensible euforia de un padre que habla de su hijo. Pero lo cierto es que, después de haber leído la sobrecogedora novela de Tatiana Ţîbuleac (Chisináu, 1978), estoy muy cerca de atreverme a afirmar lo mismo. El testimonio de Aleksy, un pintor atormentado que rememora —como parte de su terapia psiquiátrica— el último verano que pasó con su madre, posee una brutal carga emotiva capaz de sumirte en el más profundo vacío existencial. Aturdido por la pérdida de su hermana pequeña y los múltiples desencantos de una vida marcada por la crudeza y el abandono, Aleksy arremete de manera indiscriminada contra los esfuerzos de su madre por forjar una relación amable con él antes de que el cáncer se la lleve. «Comprendí que se acercaba el final. Mi madre había comenzado en ese momento el viaje hacia el lugar en el que se encuentra ahora. Hacia su estrella en la Osa Menor, hacia su campo de girasoles suspendido en el cielo o tal vez hacia otro universo, donde existe tan solo un Mar Entero de Esmeralda, que de vez en cuando se desmigaja y llega a otros mundos en forma de ojos verdes». Desapacible, áspera, pero acuñada con un estremecedor lirismo que se palpa en cada página, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es una obra absolutamente imprescindible en el que la rabia y la impotencia adquieren su dimensión más íntima y conmovedora.