Inédita en España, el privilegiado olfato de la editorial Impedimenta nos ha traido Corazón que ríe, corazón que llora, obra con la que hemos podido conocer a la vez a la escritora y a su obra.
De un marcado carácter autobiográfico, la autora antillana nos descubre en forma de breves capítulos escenas relevantes de su infancia y juventud en la colonia francesa de Guadalupe, isla donde la autora nace y se desarrolla como persona. Su posición privilegiada en su país de origen (su familia pertenece a una clase acomodada) contrasta con sus primeros viajes a París, en los que siente de forma directa las consecuencias de una sociedad racista que niega su condición de ciuidadana francesa de pleno derecho.
Su testimonio en primera persona muestra algo que normalmente se invisibiliza cuando pretendemos simplificar los hechos de un país y de una comunidad. Se trata de las diferencias de clase dentro de una misma comunidad (que a su vez recibe la hostilidad de una comunidad externa). Maryse nos muestra cómo en su familia (acomodada) se delimita perfectamente la diferencia con los antillanos de clase baja, negando el uso de la lengua criolla e incluso refiriéndose a ellos por el color de su piel (como si ellos no fueran también negros). En este caso, las experiencias en París son especialmente traumáticas, al considerarles ciudadanos de segunda, sin derecho a formar parte plena de su sociedad.
El racismo, la intolerancia, la crueldad a la infancia y a la mujer, son parte de las vivencias que Maryse Condé nos cuenta como si fueran cuentos, con una sencillez que nos desarma. Cuánta virtud hay en estos escritores que se despojan de ornamentos y nos descubren las cosas más complejas con las palabras más sencillas de entender. Cuánto me recuerdan estos autores a nuestro querido Gabriel García Márquez, maestro de lo más sencillo.
Novela de formación que nos abre los ojos a otras realidades y nos permite entender cuánto nos queda por aprender de sociedades complejas multiculturales en las que hay que combatir la intolerancia de raíz, entendiendo de dónde viene y haciendo pedagogía para no cometer los mismos errores. Francia, nuestro país vecino, tan cercano y tan diferente al nuestro, es el laboratorio perfecto para entender la compleja relación con sus colonias y los intentos fallidos de integración de comunidades enteras de ciudadanos a los que se les ha negado históricamente su condición de franceses de primera categoría. La raza, la religión, la costumbres propias, son sólo parte del aderezo que convulsiona la situación actual del país galo.
Libros como este, breves, narrados de forma impecable y atractivos como relato, son necesarios y nos hacen mejores lectores, y como no, mejores personas.