Por lo general, no confío en las pomposamente celebradas propuestas literarias. Pero si Editorial Impedimenta dice que hay que leer Dubravka Ugrešić, intento hacerle caso. Seré sincero: no me he arrepentido para nada. Ugrešić, sin darnos la posibilidad de darnos cuenta, nos introduce en un laberinto de espejos. La clave de la lectura no es encontrar el mismo tema repetido interminablemente con diferentes formas (alargadas, diluidas, deformadas…), sino declararlo siempre igual en diferentes contextos. El resultado es similar a una persecución lenta: ¿cómo se crean los cuentos literarios? Este es tanto el punto de partida de la obra, como el desarrollo y su llegada. Durante la lectura, lo olvidamos: parece que lees otro libro, luego el tema vuelve, para después sumergirse en el abismo de la narración y luego, reaparecer un poco más allá.
Hablar de literatura es complejo. No es imposible, por supuesto, y Ugrešić lo demuestra con este libro, pero en el mundo actual, sin duda, algo chilla. Es como un pitido suave, distante y persistente; no perturba, pero molesta. «¿Qué sigue siendo ejemplar en la literatura contemporánea? ¿Qué sentido tiene seguir escribiendo sobre eso?»
Ugrešić decide adoptar una posición cínica. La literatura está muerta. Así de simple. Al menos en su forma clásica y antológica. El mundo post-posmoderno ya no necesita realmente eventos literarios, en los que los escritores aburridos responden a preguntas soporíferas. Sólo enormes cantidades de dinero permanecen en juego para apoyar un andamio desangrado. El ranking de los best sellers están llenos de modas y la vida literaria se ha convertido en una utopía. Entonces, ¿por qué investigar las causas y los efectos de crear un cuento?
Dubravka Ugrešić nació en Kutina, Croacia (entonces Yugoslavia), en 1949 y en 1993, con el estallido de la guerra del año 1991, se exilió por sus firmes posturas anti-belicista y anti-nacionalista y desde entonces ha vivido en diferentes países. Una vida ideológicamente plena, la suya. Y actualmente una de las escritoras más influyentes e importantes de la escena literaria, con perfume de Nobel. Por lo tanto, su provocación y su posición con respecto a este tema no puede dejarnos indiferentes, sobre todo porque en este espacio intentamos llevar a cabo un discurso literario sólido y constante. Al menos lo intentamos.
A todos se nos ha hundido el barco, todos nadamos lo mejor que sabemos, unos con flotador, otros sin él: es la única diferencia. Ese es nuestro tiempo moderno: el tiempo de la supervivencia. La vida se ha convertido en un lujo, y la literatura todavía más, sólo que nadie nos ha informado de ello. (pag. 82)
En Zorro, una novela fragmentada sin una estructura fija, Ugrešić mantiene un perfil bajo. Usando la forma del juego literario, teje anécdotas de la vida vivida con historias de vida de escritores (Nabokov, Pilniak, por ejemplo) para encontrar un significado en esta interpretación atávica de porqué nacen los cuentos literarios. En realidad ni siquiera se trata de buscar; damos por sentado que no hay respuesta, y luego, si encontramos algo, bueno, ya veremos.
Tomando como punto de partida del escritor ruso Boris Pilniak la figura mitológica-folclórica del zorro, símbolo animal de astucia, adulación, engaño y seducción, y comparándola con la figura del escritor, Ugresic degrada la majestuosidad de este último insertándola en un contexto claramente más bajo. De hecho, la palabra creatividad se ha vinculado inexorablemente a la de la industria y la literatura se ha comercializado. La digitalización de las obras y el fenómeno de la escritura creativa finalmente dieron el golpe de gracia.
Este es el paisaje bocetado por Ugrešić. ¿Cuáles son las perspectivas de futuro? Justo cuando parece que por fin llegamos a tener una respuesta, un pesado silencio oscurece todo. El libro termina y estamos solos con un molesto zumbido en los oídos…
En un libro que nos cuenta una cantidad importante de hechos y está tan repleto de anécdotas, sorprende descubrir que su mayor mérito es la capacidad de dar forma a un silencio generacional. Decir tanto y a la vez no revelar nada es una habilidad que solamente pocos escritores pueden tener el lujo de emplear. Ugrešić añade otro grano de arena al desierto literario mundial con una obra que es una crítica silenciosa, vigorosamente chillada y dolorosamente vivida.