La levedad adopta una perspectiva mucho más micro, centrada en una víctima que, tras la pérdida, no puede ir más allá de su dolor, es incapaz de cualquier análisis riguroso y tampoco desea hacerse preguntas sobre el otro mientras digiere su sufrimiento.
En este relato autobiográfico hay humor, ironía, una defensa encendida de lo irreverente y de la libertad de expresión. Nos alivia ver cómo retorna a cierto equilibrio, aceptando el descubrimiento de que siempre será ilusorio. Pero nos conmueve, sobre todo, su sensibilidad artística, vehículo para expresar sus pensamientos y sentimientos -como en las sorprendentes metáforas a las que traslada sus sueños (pp. 42-44 y 53) y el preciso uso del color-.
Por último, hay una interesante reflexión sobre cómo nuestra interpretación de las obras literarias y artísticas depende siempre de la experiencia personal. Precisamente, su segunda obra publicada en castellano, La comedia literaria. De Roldán a Boris Vian, está centrada en los clásicos franceses.
Jesús García Salguero