Tampoco flipen, que no se trata de leerse las 4.472 páginas de estos 20 volúmenes salvavidas. En realidad, si surfean agosto con un par de ovarios, podrían dejarlos a remojo en la bañera. Pero, dado que están leyendo estas líneas, es probable que tengan vicio de papel. Así que, si se ponen completistas, sepan que saldrían a 160 páginas diarias. Si, en cambio, prefieren la sensatez, pueden hacerse con La palabra del mudo, el volumen que agrupa los cuentos del peruano Julio Ramón Ribeyro. Un mago silencioso que cogía una vida anodina, se la pasaba por la pluma y legaba un re- lato a la posteridad. Por 27 euros, 1.048 páginas de historias para el desayuno, la playa, el tren, las colas o el descenso al ronquido. Pesa 800 gramos pero vale una biblioteca.
Si prefieren textos traducidos del inglés, por aquello de que la escuela anglosajona no tiene rival desde hace un siglo, aquí va un pentateuco. Thrdes en Utopía, que cabe en un bolsillo, nace del despertar de un hombre tras un sueño de cien años. Humor, equívocos, mucha sátira y la sospecha de que tanta risa no es sino la piadosa veladura de una realidad inefable. Voces humanas (Impedimenta, 208 páginas, 19,95 euros), de la gran Penelope Fitzgerald, les llevará en cambio al pasado. A un Londres martirizado por los nazis y al microcosmos de una BBC que sigue emitiendo mientras en sus pasillos bulle la vida. Más antiguas son Las metamorfosis de Archibald Malmaison, personaje decimonónico que cada siete años es asaltado por un mal que hace de su vida una historia gótica y de él mismo un émulo precoz del Dr. Jekyll. ¿No le va el XIX? Pues Crudo, de la británica Olivia Laing, es muy de aquí y muy, muy de ahora. Una novela de apariencia frívola que le dará una idea de por qué tenemos que aguantar a un imbécil en la Casa Blanca y a un aguilucho en la tribuna del Congreso. Es chungo, claro, pero no tanto como El otro, porque aquí entramos en el terror puro y duro. Dos hermanos, juegos telepáticos, muertes inexplicables…
EUGENIO FUENTES