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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes» de Tatiana Tîbuleac

«El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes» es un puñetazo en el pecho. Ese tipo de libros que te asaltan sin miramientos a la cara y te dejan noqueados con las primeras páginas.

La autora moldava, Tatiana Tîbuleac, ha conseguido, casi en su bautismo de fuego literario, llamar la atención tanto de críticos como lectores de Europa. Y no es para menos. La relación entre una madre vestida por el hábito del fracaso y su hijo con serios problemas de ataques de violencia te absorbe desde el primer momento. Con un lenguaje directo pero hilando muy fino en aquellos pasajes que roza la pura poesía, Tatiana consigue pergeñar una ambientación que no termina con el libro. Te persigue durante días ese verano en un pueblo pequeño de la costa francesa; te persiguen las habitaciones de aquella casa perdida entre campos de amapolas, te persiguen los pensamientos, actos y la transformación de la madre ausente y la única persona en la que puede apoyarse, su hijo olvidado.

«Si la muerte tuviera en cuenta la opinión de los demás, moriría mucha gente más adecuada», nos indica Aleksy, pero no es cuestión de adelantar la trama del libro. Esto lo dejo para todos aquellos lectores voraces de voces nuevas en la literatura europea, y Tatiana tiene un futuro muy prometedor.

Sólo comentaros que nadie saldrá indemne de esta lectura, la cual es capaz de alimentar y saciar la sed tanto de los lectores ávidos de una textura literaria de calidad como de aquellos deseosos de las necesarias pulsaciones argumentales para hacer de una novela algo memorable.

«Porque, en lugar de todos los sueños, la muerte es lo más probable que va sucederle a un individuo. De hecho, lo único que le va a suceder con toda certeza», porque este libro es ya memorable entre mis lecturas. Desde la primera página, forjado como un diario terapéutico, desmenuza los personajes, los desarticula por momentos, y te sirve como primer plato un continuo de nudo argumental de primera calidad. Y claridad.

Y es que el dolor es claridad. De ojos verdes y siempre nítido. Lo más real que tenemos. «Porque los seres humanos están (…) podridos y lo saben, pero fingen solo por miedo estar sanos y ser buenos. Y porque así es más fácil».

No tendréis duda alguna tras llegar a la última página.

Lo dicho. Haceros con él en vuestra librería independiente y de confianza.

«Espero que no lleguéis a ver nunca a un psicólogo riéndose».

Salud.