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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El filósofo Amos Bronson Alcott, padre de Louisa May y amigo de Ralph Waldo Emerson, Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau, fuertemente influenciado por sus ideas, allá que se muda con toda su familia. Fruitlands es la historia, narrada con cierta sorna desde el punto de vista de Louisa May Alcott, de este pequeño edén particular y de sus integrantes, de la sincera integridad con la que algunos se entregaron al idealismo y de los caraduras vividores a costa del esfuerzo de los demás.

«—¡Pobre Fruitlands! ¡El nombre elegido resultó un fracaso tan mayúsculo como todo lo demás! – continuó diciendo Abel, y exhaló un suspiro al ver caer a sus pies una manzana, que se había congelado en el ramaje desnudo de un árbol (…).
—¿No crees que Apple Slump habría sido un nombre más apropiado, querido?»

Como sabía que en noviembre volvería a leer Mujercitas, en octubre intenté finiquitar los libros de Louisa May Alcott que tengo en casa, como Tras la máscara o Fruitlands (aunque tentaciones fabulosas como Los archivos de Van Helsing, de Xavier B. Fernández me lo pusieron muy difícil). Fruitlands lo compré antes del verano —en una visita a La Central de calle Mallorca en la que también se vino a casa Fresas silvestres— tentada por la preciosa edición de Impedimenta, porque era un libro de Impedimenta, porque la autora era Alcott y porque sentía mucha curiosidad por la comuna estilo amish que se montaron en Massachusetts en los años cuarenta del siglo XIX. Lo que no esperaba encontrar era esa mirada tan divertida de la autora sobre un proyecto que tenía mucho de utopía, que apenas duró un año en funcionamiento y que supuso un punto de inflexión para una familia, los Alcott, que se había mudado dieciséis veces en veinte años.

De Fruitlands os voy a contar poco porque es muy breve y preferiréis descubrirlo por vosotros mismos. Me ha gustado mucho encontrar la voz de la autora fuera de la ficción y acercarme a su familia, al entorno emocional y pedagógico en el que creció, me ha ayudado a comprender mejor la figura de una autora cuyo tema recurrente en sus obras fue la educación de las mujeres jóvenes. Y es que esta corta narración de Louisa May Alcott, los fragmentos de sus diarios cuando vivía en la comuna (lo mejor que he leído en esta edición, ojalá se hubiesen conservado más páginas) y la introducción y el posfacio, me ha servido para acercarme a la autora y a cómo su educación y su familia incidió sobre sus novelas.

De las 120 páginas numeradas que tiene esta edición, solo unas 35 corresponden a Fruitlands, propiamente dicho, y unas 16 a los fragmentos del diario de la autora. El resto, en su mayoría, son una semblanza de Louisa May Alcott escrita por Julia García Felipe, y un posfacio de Pilar Adón. Aviso por si acaso.

Lector, te quedas con ganas de más.

Mónica Gutiérrez Artero