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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

EL SALVAJE OESTE DE BARBARA BAYNTON

¿Cuánto tiempo tarda un lector en decidir si quiere o no quiere un libro? Segundos, supongo. Un minuto a lo sumo.

Por suerte, apareció Koldo para salvar mi año lector. Quizás exagero un poco, porque no está resultando un mal año, pero tampoco está siendo espectacular. Digamos que va en la tónica de 2018. Koldo acababa de leer esta colección de relatos de Barbara Baynton y se molestó hasta en enviarme fragmentos de lo que sería su reseña en Un libro al día.

Le di una segunda oportunidad y me llevé el libro a casa. Lo demás, como se suele decir, es historia.

Bárbara Bayton, los orígenes y las amistades.

Bárbara Baynton fue una mujer con no se sabe bien si un exceso de ego o un fuerte sentimiento de inferioridad. Nació en 1857 en Nueva Gales del Sur (Australia), hija de inmigrantes irlandeses, pero se pasó la vida afirmando haber nacido en 1862 hija de un terrateniente. Ese «ascenso provocado» de su estatus social bien le valió casarse con el hijo de la familia para la que trabajaba en 1880.

Pero no fue hasta su divorcio y posterior matrimonio con el Doctor Thomas Baynton en 1890 cuando se produjo el pistoletazo de salida de su carrera literaria. Su marido tenía amigos en las esferas literarias y tal vez ello animó a Barbara Baynton a escribir seis relatos que publicaría en 1902 en Londres bajo el título de Estudios de lo salvaje

La razón de que su libro se publicara en Inglaterra y no en Australia obedece a su contenido: Barbara Baynton no exalta el orgullo australiano, sino que se vale de la cruda realidad para ofrecer un panorama desolador del alma humana. Le granjeó la enemistad o falta de empatía de los editores australianos, que preferían relatos de valientes ciudadanos ejemplos de honestidad y superación.

Fallecido su segundo marido, publicó en 1907 su única novela, Human Toll, y en 1917 la antología Cobbers, que añadía dos relatos más a Estudios de lo salvaje.

Murió en 1929, siendo reconocida como una de las grandes voces de la literatura australiana, exitosa mujer de negocios, luchadora por los derechos de la mujer, amante de las antigüedades —objeto de inversión— y una mujer bien situada en las altas esferas de la sociedad, tanto en Inglaterra como en Australia.

Estudios de lo salvaje: un árido retrato australiano

Tal vez sería lo propio omitir esta reseña y leer el posfacio que la traductora, Pilar Adón, ha redactado para cerrar con brillantez un libro que ya deslumbra de por si.

Los relatos de Baynton se sitúan en ese terreno intermedio que separa el auténtico desierto australiano de la cortesía y la civilización de la costa. En ese espacio es donde, con un realismo que incita al horror por lo terrible de sus personajes, da rienda suelta a sus historias para que se desarrollen, salvajes, como salvaje y árida es la tierra en la que se mueren sus raíces.

Esta tierra está poblada de hombres sin honor, temerosos de perder lo poco que les queda, ladrones, timadores, vagos y maleantes. No hay justificación para sus actos más allá de la maldad humana. No hay respiro para el lector que busca entre las páginas un rayo de esperanza. La crudeza con la que los describe sería replicada, ochenta años más tarde, por Richard Ford en Rock Springs: dos realistas que no dan la espalda a lo más pérfido de su sociedad y evitan cubrirlo de finales felices.

La mujer como salvadora y víctima de una sociedad decadente

Frente a esta colección de pérfidos hombres, la figura de la mujer destaca como herramienta a su uso, abocada a ser a la vez víctima y salvadora. Mujeres sin nombre, sin posibilidad de escapar que han abandonado incluso los sueños que tal vez un día tuvieron, como en el caso del relato La compañera de Squeaker, que lleva a la antología a las más altas cotas del horror sin tener que renunciar en ningún caso a la verosimilitud del texto. Baynton inclina la balanza del lector porque es en la figura femenina donde queda —a veces, pero no siempre, porque la mujer también puede actuar como el más cruel elemento de la naturaleza— un resquicio de esperanza.

Incluso cuando los relatos parecen inconclusos en sus definiciones, cabe pensar que el mensaje que la escritora pone en la mesa era cuando menos objeto del mayor de los mutismos en su época. La situación de las mujeres no era cuestionable, como mucho menos lo era su explotación sexual ni su maltrato a causa de su raza, como se sugiere en el relato Billy Skywonkie.

En Estudios de lo salvaje Baynton logra trasladarnos a un entorno en el que nos vemos inmersos y sumergidos, temiendo por nuestra salvación como si hubiéramos viajado en el tiempo sin saber volver a nuestra era. Su narrativa es precisa en los detalles y lo suficientemente ambigua en las descripciones generales como para lograr que el lector tema lo peor. Temores que se verán sobrepasados por la realidad.

PATRICIA MILLÁN