De todos los autores que nos trajo la nueva ola de la bande dessinée francesa en los 90 y 2000, hay dos que admiro profundamente, tanto por su genial imaginación, como por su talento narrativo y su inconfundible estilo gráfico. Uno es Lewis Trondheim, cocreador de la macroserie La mazmorra, y autor de álbums más intimistas como Mis circunstancias o Desocupado. El otro es el que hoy nos ocupa: Pierre-François Beauchard, que firma con su nom de plume David B.
David B. nos ha traído obras magníficas como Epiléptico (El ascenso del gran mal), una crónica que imbrica su juventud y maduración como dibujante con la arrasadora enfermedad de su hermano mayor, o Hasib y la reina de las serpientes, una incursión en el exotismo romántico del mundo de las Mil y Una Noches. En esta ocasión, Impedimenta recupera su Diario de Italia, un cuaderno de viajes en dos partes que se publicó originalmente en 2010 y 2018, y que recoge las impresiones del autor en forma de cómic de dos viajes, uno por la península itálica y otro por Japón.
Beauchard es un autor que no llama a engaño, y es que su obra siempre gira en torno a los mismos temas: por una parte, la introspección reflexiva sobre la condición de autor, por otra, sus intereses más abigarrados: la historia, las guerras, los misterios, y, sobre todo, el mundo onírico (David B. ha ilustrado profusamente los sueños que, como Nabokov, cuidadosamente anotaba en un cuaderno). Todo ello vehiculizado en un dibujo que busca siempre un simbolismo de carácter sacramental, emparentado con la ilustración medieval o bizantina. David B. en esto es una fuerza de la naturaleza: consigue hacer del horror vacui una virtud que apoye su narración.
Visualmente, tenemos a un David B. que brilla en su dibujo (¿nos recuerda a veces a Edward Gorey?), pero esta vez acompañado de un delicioso color plano, que acompaña perfectamente a ese punto de viveza que necesita su narración viajera. Además, la disposición libre de la página, sin viñetas que constriñan el flujo de la historia, contribuye a dar la sensación de ligereza, de recuerdos cogidos al momento.
Diario de Italia no es un cuaderno de viajes al uso. David B. no es un turista que va haciendo dibujos del natural y una crónica para una revista. Al autor le interesa más bien integrarse en esos espacios, investigarlos, fundirse con ellos. Por eso, imagina visitar el refugio de una rata, que le invita a té y a leer sus volúmenes de memoria. O investiga la relación entre las tríadas mafiosas y el miedo a los fantasmas en Honk Kong. O pone en imágenes una extraña crónica leída en un periódico sobre una mujer que fue agredida en el campo. En resumen: da una vuelta de tuerca al género de literatura de viaje para apropiárselo y hablar de sus intereses. Y eso, siendo quien es el autor, es un acierto pleno.
Josep Oliver