No sé si les pasará a más lectores, pero los libros de mi casa tienen vida propia: saltan en la pila de pendientes de leer y, de golpe, cuando iba a empezar uno, resulta que otro ha ocupado su lugar y el que tenía previsto se esconde. Es una señal y he de obedecerla. Después de tantos años con ellos, creo que captan a la primera mi estado de ánimo diario y deciden que el seleccionado por mí no era el idóneo para ese día, que he de empezar por otro.