La última muestra de su talento publicada en España es Diario de Italia y en cierto modo tiene algo de continuación de La ascensión del gran mal. Aquí no hay enfermedades ni médicos, ni recuerdos infantiles, ni familiares pero sí una vez más el dibujo como herramienta con poder terapéutico: el folio en blanco como espacio en el que dar rienda a las pesadillas, las obsesiones y los miedos para sentirse un poco mejor que antes de dibujarlas.
La editorial avisa que el diario de David B. es un experimento. Absténgase de entrar en él los que busquen reconocer callejuelas o plazas de Trieste, Bolonia, Parma o Venecia en su tramo inicial o paseos agradables por rincones exóticos de Hong Kong y Osaka en la segunda y asiática parte del volumen. Devórenlo, en cambio, si disfrutan de las creaciones retadoras, imprevisibles y poco complacientes. El viaje, en realidad, es al subconsciente de David B y merece la pena.