Esos poderes hicieron que en los años ochenta fuera considerada la mujer más brillante de Inglaterra, le depararon la capacidad para crear una obra ingente que reúne novela, poesía, ensayo…, por la que obtuvo numerosos premios, y la satisfacción de que muchos de los que se acercan a su obra, como le ocurrió a Bloom, se convierten en lectores voraces e insomnes. Esto último es un logro valiosísimo para alguien que al ser preguntada por el efecto que le gustaría que tuvieran sus libros contestó: “Me gustaría que la gente disfrutara leyéndolos. Una novela amena es un regalo para la humanidad, proporciona una ocupación inocente. Cualquier novela aparta a la gente de sus problemas y de la televisión, puede que incluso le mueva a reflexionar sobre la vida humana, los personajes, la moralidad. Así que me gustaría que la gente pudiera leerlas y también que las entendieran, claro, […] la literatura es para disfrutarla, para verse arrebatado por el placer”.
La vida y obra de Iris Murdoch
Harold Bloom incluyó a Iris Murdoch (Dublín, 1919-Oxford, 1999) en su Genios. Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares. Bloom empezaba su texto declarándose un lector voraz e insomne de la autora irlandesa, pero, sin embargo, en su perfil subrayaba carencias como que, para él, muchos de sus personajes no eran convincentes. ¿Por qué, entonces, colocó su nombre en el mismo volumen que recogía los de Shakespeare, T.S. Eliot o Cervantes? Quizás porque, a pesar de que –según el crítico– se preocupaba demasiado por la búsqueda de la bondad humana, tenía “poderes sobrenaturales y demoníacos”.