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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

LA CIUDAD DE CRISTAL, de Isabel Greenberg

Un delicioso, atractivo e inolvidable viaje a través de la palabra y su poder de creación que resulta un homenaje a unas excelsas escritoras, un juego literario que tomando prestados personajes, palabras y emblemas de la Literatura conciben una pieza maestra y un viaje iniciático a la vida tras abandonar el acogedor refugio de letras imaginadas durante la infancia y adolescencia. Una oda a la creación artística a partir de viñetas.

Tras La enciclopedia de la Tierra Temprana (Impedimenta, 2014), Las cien noches de Hero (Impedimenta, 2017) y ahora este La Ciudad de Cristal, la autora británica ha demostrado que la fantasía impregnada de mitología y leyendas fundacionales transitando por la imaginación y por territorios que no figuran en los mapas, marcados de épica y con personajes antológicos, son lo suyo. Se siente más que a gusto narrando gráficamente los pormenores de ese imaginario creado a unos atentos oyentes que no pierden trazo ni palabra siguiendo, viñeta a viñeta, boquiabiertos y con los cinco sentidos puestos en el relato. La composición de las páginas, la estructura secuencial del relato, la paleta cromática, el propio devenir de la trama guiada por unos personajes excepcionalmente diseñados y construidos que toman de la mano al lector, guiándole por unos parajes firmes, en cuanto a sólida argumentación, y ricamente abonados por la imaginación son argumentos de peso que ratifican su saber hacer. Su narración, además, se asemeja a la tradición oral, acercando más si cabe sus historias a la magia que desprendía la oralidad de un relato.

La trama viene definida por el magistral uso de carboncillos y lápices blandos y el trabajo en las sombras que confiere esa profunda sensación de fantasía y aura onírica. Las transitadas fronteras entre realidad y ficción literaria y entre presente y pasado las marca la singular aplicación del color. Los brillantes y variados colores del mundo imaginario de los Brontë distan mucho de los usados para representar la anodina realidad.