Aquí la madre que nunca fue capaz de cuidar de su hijo, es cuidada con esmero por este, que empieza a sentir un gran desasosiego ante la llegada de lo inevitable. La madre que ahora es hija de su propio hijo y el hijo que se convierte en el padre de su propia madre. Esa es la enseñanza que la vida nos ofrece; cuidar a los padres en su ocaso, con el mismo mimo que ellos lo hicieron con nosotros, a pesar de que en algún momento nos fallaran.
Es una historia de amor incondicional. Queremos a las personas, aunque no queramos quererlas.
Lo inevitable de la muerte como parte de la vida y la naturalidad de este hecho están muy bien reflejados en las conversaciones entre los dos.
El odio, el amor, la locura, el perdón, sobre todo, el perdón, están presentes en esta preciosa historia, así como lo inevitable de la muerte como parte inherente a la vida.
Es una historia que todos los hijos tendríamos que leer antes de la muerte de nuestra padres. Cuando todavía queda tiempo. Antes de que sea demasiado tarde. Una historia de reconciliación.
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, es uno de esos libros a los que te quedas abrazado después de leer la última página. Me es difícil describir sólo con palabras las emociones que este libro ha permitido aflorar en mí. El libro es una especie de terapia para todos aquellos hijos que no hemos querido a nuestras madres de manera incondicional, por el mero hecho de habernos dado la vida. En él, todos nos veremos reflejados en algún momento o en alguna situación. Al final te deja el poso de lo esencial del amor entre padres e hijos.