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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Solenoide

Desde la primera página me atrapó vilmente, como cogiéndome del cuello: yo también tengo piojos, no puede ser, pensé. Supe enseguida que el libro hablaría de mi, de mi momento vital, y quizá, si rascaba más, de todos mis momentos vitales expuestos en fila.

Lo que no me creí ni imaginé siquiera es que los expondría en un diorama loco, caleidoscópico, psicodélico a ratos y a ratos tal cual mi mente los suele proyectar cuando duermo. El autor de mis sueños cuando duermo, el narrador de mis sueños de niña, la voz en off de mis pesadillas nocturnas y diurnas. Así podría llamar al bello, nunca demacrado, Mircea Cartarescu, y mi adoración comenzaría a tomar forma, color y nombre. Más páginas y me trasladaría del estupor al miedo y de la compañía sagrada a lo siniestro con una facilidad de vértigo, de esquinas abiertas en las que la esquina de la hoja me hace sentir como si me balanceara al borde de mi cama en estado de hipnosis sonámbula. Medio en duermevela medio en estado de vigilia, así te leo, Cartarescu, mi lectura es un convocarte, asisto a la ceremonia en la que te congrego, mágicamente, tu espíritu embadurna mi habitación (habitación, tú lo sabes bien, qué importante son las habitaciones, las estancias de una casa) y embalsama mis monstruos (los describes muy bien, Cartarescu, tú los has visto, no me cabe duda). Quién mejor que tú para embalsamarlos, ponerles sus óleos, sus hierbas, catalogarlos, guardarlos, exponerlos, visitarlos, olerlos de lejos y apuntarlos con un palito si se tercia. Te amo en tu mansedumbre total, de quien ausculta y de quien usa el microscopio. Pero que se expone patas arriba al cielo, y que sin embargo, se deja tragar por la tierra. Eres un Alicio en el país de las desgracias, Cartarescu, tus túneles son trazados rápidos, colosales, inimaginables en el mundo exterior. Pero mis demonios hablan contigo a veces, en el lenguaje de la literatura, para ti no hay otra forma de hablar más que la poesía, y se nota que fuiste poeta antes que narrador, que lo que vives es poesía, como cuando yo era joven y creía en la literatura más que en la vida, y tú sabes que no puedes quitar una sin quedarte con el esqueleto de la otra, sabes que la música te la da tu poesía, y salpicas sin querer como un conejo es adorable sin querer, así estás salpicando las páginas de música, salpicar es hacer música también, con ese saltar al vuelo del pincel, esa disposición azarosa de las notas al caer, tus palabras alimentan mi nomatofilia y la de tantos otros, supongo, cuando nos llega algo así no podemos más que agradecer de que seas inagotable en un solenoide, en un artefacto tan grande, espacioso y que se despliega en otros más.