A lo lejos es un novela de contrastes: por momentos no sucede nada y el lector queda expuesto a la develación de lo que rodea a sus personajes, imágenes que evocan las mejores páginas de Todos los hermosos caballos; o capítulos entrañables y desoladores, como cuando Díaz narra la limpieza de colon de Pingo: caballo que ingirió “una cantidad exorbitante de arena” y que Håkan tuvo que intervenir: “El chillido de Pingo se prolongó cuanto le permitieron sus pulmones. Y, luego, volvió a chillar. Una y otra vez. Håkan se abrazó al cuello de su caballo mientras el horizonte le succionaba los ojos delirantes. Pingo siguió chillando, con las venas y los tendones protuberantes en la garganta. Håkan lo agarró con fuerza y se echó a llorar. […] Una vez que Pingo estuvo inconsciente, Håkan le seccionó la cava y la carótida, enrolló el toldo y partió.”
Reseña de «A lo lejos».
Comarc McCarthy escribió que las cicatrices tienen el extraño poder de recordarnos que nuestro pasado es real, y las marcas de Håkan nos hacen recordar lo cruel que es el ser humano. Håkan: no sabe leer, no sabe el idioma, huye de tramperos y gangsters, del engaño y la traición: nunca logra adaptarse a esa tierra de las naciones indias. “La soledad de Håkan, lo único provisto de profundidad en aquel mundo plano y aplanador”, se lee en una de sus páginas. Era un intruso noble que creció sin la noción del tiempo en aquel espacio de caballos lerdos y armas oxidada