Tras la separación, tiene que empezar de cero con una niña de dos años que no entiende por qué las cosas no pueden seguir como antes. Perdida en un Tokio inabarcable, la mujer alquila un piso lleno de ventanales en el que se refugiará durante un año, tratando de escapar de la oscuridad que la acecha a pesar de estar rodeada de luz. Una luz que entra a raudales en la vivienda y que adopta distintas formas; una luz que la acompañará mientras se enfrenta a la maternidad en solitario, a la condena social, al desengaño y a la devastación del amor no correspondido.