cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mi Rusia – La Vanguardia – 31 de mayo de 2024

Shishkin ilumina todo lo queOccidente no entiende de su país en ‘Mi Rusia. La guerra o la paz’

Shishkin ilumina todo lo que Occidente no entiende de su país en Mi Rusia. La guerra o la paz.

“Rusia es una pirámide de esclavos”

La escena no es delirante. Es rusa. Tras un mitin, al opositor Alexéi Navalni se le acerca alguien y le espeta: “Alexéi, me gusta lo que usted dice, pero usted no me gusta. Primero conviértase en presidente y entonces lo votaré”. Lo cuenta el escritor Mijaíl Shishkin (Moscú, 1961) en los esclarecedores ensayos de Mi Rusia. La guerra o la paz (Impedimenta), un libro formidable que ilumina todo lo que occidente no ha entendido de un país en el que la ley real no está escrita –“el fuerte tiene derecho a todo, el débil, a nada, y la ley escrita solo la usa el fuerte para castigar al débil”–, donde todos participan en el juego de la mentira, como en la famosa “operación especial” – “cuando Putin dice una mentira todos saben que miente y él sabe que todos lo saben pero su electorado no tiene problemas. La verdad rusa es una mentira interminable”– y en el que la guerra en Ucrania no es el delirio de un loco, remarca, sino la continuación de una guerra infinita de Rusia contra su pueblo –que nunca ha salido de la esclavitud– y el mundo. Un país del que Shishkin –exiliado en Suiza– resigue su trayectoria histórica desde que lo fundaron los vikingos en el siglo IX, imponiéndose, masacres incluidas, a los pueblos eslavos de la zona. “Desde entonces el estado en Rusia es un ejército de ocupación”, señala. En el siglo XIII, los mongoles de la Horda de oro convertirían a esos príncipes rusos en vasallos, que debían ir a besar los pies del kan mongol y recaudaban los impuestos para él, saqueando brutalmente pueblos y villas, “comportándose como fuerzas de ocupación en su propio país”. De la desintegración de la Horda de oro Moscú emergería como la provincia más poderosa. y las tierras y el pueblo propiedad del gran kan pasaron a pertenecer al gran duque, que se llamaría zar. Nacería un imperio militar que utilizaba a su pueblo como ejército y en el que la autocracia y la conformidad eran las claves. Cualquier desacuerdo equivalía a una traición. cualquier iniciativa personal, a una provocación. Con una conclusión para Shishkin: salvo dos intentos democráticos en 1917 y 1991, los rusos siempre han sido esclavos del poder, y “todavía en el siglo XXI el país vive según las leyes de la Horda de oro: en la cima de la pirámide está el kan –que hoy es Putin– y, debajo, sus esclavos, sin derecho a voz ni a la propiedad. La única ideología de este orden social es el poder y la lucha por él, y la condición de la vida, la violencia”. “Y el miedo –subraya en su visita Madrid– es un instrumento que siempre funciona. Pero también hay que hacer que la población piense que existe algo más aparte del miedo. Y ese algo es la amenaza de los enemigos que acechan desde fuera. durante más de diez siglos, los regímenes rusos han vivido siempre a costa de los enemigos, siempre había que combatir”. Putin comenzó con Chechenia, siguió por Georgia, Crimea, Ucrania… “Rusia es una especie de pirámide de esclavos que no tienen voz ni propiedad privada. Psicológicamente, es muy difícil no tener nada. Pero el régimen dice: tenéis una patria y enemigos ante los cuales hay que defenderla. Y es el sentido de la vida”. Confiesa que lo vio bien con su padre. “A mi abuelo lo mataron en el gulag. pero en la segunda guerra mundial mi padre, un niño aún, fue al frente a defender a su patria. Para él era muy importante hacer algo bueno, algo de verdad en la vida. Lo cierto es que no defendía a la patria, defendía a un régimen que lo convirtió en esclavo y que había asesinado a su propio padre. Pero toda la vida, se identificó con esa victoria. era lo único que le quedaba en la vida”. En ese sentido, apunta, “en Rusia existen dos pueblos con dos conciencias totalmente distintas. La mayoría tiene aún la conciencia tribal, lo importante es identificarte con tu tribu. No hay ninguna responsabilidad, todo lo deciden los jefes. Viven en un mundo en blanco y negro. Yo pertenezco a la humanidad del siglo XXI, que ha hecho la mayor revolución en la historia humana: pasar de la conciencia tribal a la individual, yo decido para mí lo que es el bien y lo que es el mal”. “Pero hoy –admite– en Rusia la mayoría de la población apoya al régimen, la guerra. Aunque nadie cuenta los rusos que no apoyan el régimen y están hoy fuera, de 20 a 30 millones: a partir de los años noventa, la nueva dictadura analizó los errores de la anterior y dejó las fronteras abiertas”. Además, dice, a diferencia de los comunistas, ahora “no necesitan a la población, venden petróleo y gas a occidente, ¿por qué compartirlo?”. Una Rusia en la que, denuncia, “la educación primaria y secundaria son escuelas de esclavos, no se enseña el pensamiento crítico. Si uno hace preguntas al profesor, inmediatamente es reprimido. ¡Cállate! ¿eres el más inteligente?”. Y en la que, lamenta, los dos intentos de democracia acabaron percibidos como caos por las masas más pobres, que acabaron pidiendo orden a manos de los crueles Bolcheviques o de Putin. “La gente vio que las palabras sobre la democracia eran mentira, los mismos directores de las fábricas soviéticas se convertían en sus propietarios. Y occidente, en esos años noventa, tuvo que haber ayudado. Pero lo primero que mostraron a los rusos era que cuando se trata de muchísimo dinero, las leyes del estado de derecho dejan de funcionar. He sido traductor y he visto cómo funciona la gran máquina del lavado de dinero sucio que venía de Rusia. Todos esos abogados, banqueros, en suiza, en Londres. Y los rusos dijeron: ‘ah, la democracia es eso’. Si ocurre un milagro y se celebran elecciones libres en Rusia y los magníficos opositores que están fuera, como Kaspárov o Jodorkovsky, vuelven y dicen ‘vamos a construir una democracia’, el pueblo les va a decir ‘no, ya la estuvisteis construyendo, queremos orden de verdad”. Concluye irónico: “la democracia en Rusia solo se puede implantar a través de un decreto zarista”.

—Justo Barranco, La Vanguardia