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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La escritora guadalupana Maryse Condé, candidata durante años al Premio Nobel de Literatura, falleció el lunes a los 90 años en un hospital en las cercanías de Marsella. La muerte ha llegado en el momento de mayor popularidad internacional para Condé, cuya obra, repartida en 30 libros, encajó bien con la sensibilidad contemporánea: la experiencia de los afrodescendientes en América y Europa, el trauma poscolonial en África, las frustraciones de las mujeres de su generación, la tensión entre las culturas de las metrópolis y colonias… Los temas de Condé sintetizaban la manera de mirar al siglo XX desde el siglo XXI.

Para los lectores españoles, la escritora guadalupana es, sobre todo, la autora de la trilogía de memorias que empezó con Corazón que ríe, corazón que llora. La vida que contaban aquellas memorias no se parecía a ninguna otra, pero, al mismo tiempo, resultaba cercana y conmovedora. Condé nació en Guadalupe, territorio francés de ultramar, en una familia de supernegros, que es como se apodaba a la clase alta nativa, la que trabajaba para el Estado e imitaba las costumbres de los blancos. Un Renault en el garaje, un viaje a Francia al año, una casita en la playa…

La primera parte de las memorias de Condé explicaba aquel modo de vida y sus conflictos. Maryse descubría que su padre era indiferente hacia ella y que su madre era una mujer compleja y absorbente. Además, empezaba a intuir la hipocresía que sostenía los privilegios de su familia y, avergonzada, decidía huir lo más lejos posible.

Es ahí donde empezaba La vida sin maquillaje, la segunda parte de las memorias de Condé. Maryse estudiaba en París. Su vida era errática: se quedaba embarazada una vez tras otra de amantes diferentes; intentaba intimar con sus hermanas mayores que vivían en Francia pero éstas la eludían. Se casaba con hombres a los que no amaba y cuando encontraba a uno que sí la complacía, entraba en un bucle de melancolía y mutismo. Salía de noche pero no bailaba porque había sido educada para no hacer las cosas que se suponía que hacían los negros. Era frágil y pobre pero transmitía al mundo altivez.

Condé se fue a África siguiendo a un amante porque no sabía qué hacer con su vida. «En aquella época yo era demasiado idealista y veía las cosas totalmente blancas o negras, sin considerar los matices», explicó Condé a EL MUNDO cuando la editorial Impedimenta publicó La vida sin maquillaje. Su vida siguió dando tumbos: Senegal, Costa de Marfil y, por fin, Guinea, el refugio revolucionario de África en aquel momento. En su nueva élite se insertó Condé.

La autora contaba que Conakry, la capital, era la ciudad más desangelada de la región, pero que tenía algoque la enamoraba en sus contradicciones. El tirano Touré recorría la ciudad en un Mercedes descapotable y sus súbditos lo vitoreaban. Los amigos le aconsejaban que vistiera a la africana y que dejara de hablar francés. Su suegra la mortificaba. Pero la vida empezaba a insinuar un sentido. «Este libro pretendía derribar ciertos mitos y contar la verdad sobre mí misma. Medio en broma, he dicho que me inspiré en Las confesiones de Jean-Jacques Rousseau», contó Condé.

La alusión a Rousseau es interesante porque explica que la escritora guadalupana no escribió contra la tradición literaria de Europa, sino en una fricción compleja, a veces cordial y a veces crítica. El evangelio del Nuevo Mundo, por ejemplo, era una reescritura de la vida de Jesús en la figura de un nuevo mesías antillano y patoso, un poco bebedor y enamoradizo. Condé era una escritora con más instinto cómico de lo que se podría pensar.

Hay otro gran título en la obra de Condé, Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, una novela basada en un personaje histórico. Tituba fue una mujer africana, esclavizada y enviada a Estados Unidos, que prendió el escándalo de las brujas de Salem. En las páginas de Yo, Tituba, Condé adoptaba el punto de vista de la paria y la dignificaba y la liberaba hasta inventarle una victoria histórica.

Los libros de Maryse Condé aparecieron por primera vez en español en alguna edición ya muy remota en los años 80, pero encontraron verdadera relevancia a partir de 2017, cuando su editor en Impedimenta, Enrique Redel, y su traductora, la poeta Martha Asunción Alonso, apostaron por ella. Hoy, su catálogo incluye seis títulos (La deseada e Historia de la mujer caníbal completan la selección) y Condé aparece avalada por los reconocimientos internacionales. El presidente Macron le concedió incluso la Gran Cruz de la Orden del Mérito de Francia. Y Condé recibió el honor con una cita de Proust.

—Luis Alemany