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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

VERSIÓN PAPEL

ENCUADERNACIÓN
Rústica con sobrecubierta
FORMATO
13 x 20
ISBN
978-84-17115-88-3
PÁGINAS
304
PRECIO
23,95 €
EDICIÓN
COLECCIÓN
Impedimenta

Dekobra, Maurice

La Madona de los coches cama

Traducción de Luisa Lucuix Venegas

La obra maestra de Maurice Dekobra: reportero, escritor, bon vivant, compañero de andanzas de Chaplin, amante de Rita Hayworth y uno de los modelos del Tintín de Hergé. Un chispeante best seller de la loca «edad del jazz».
Una de las primeras novelas de espías del siglo XX.

Lady Diana Wynham es una de las figuras más glamurosas de la nobleza inglesa y adora escandalizar a la sociedad británica con sus romances indiscretos y sus escapadas a través del continente, siempre acompañada de su fiel valet, Gérard Séliman, un perfecto caballero que, técnicamente, sigue siendo un príncipe. Sin embargo, tras años de derroche constante, lo único que la puede salvar de la ruina es un campo de pozos petrolíferos que le legó su difunto esposo, el embajador del Reino Unido en San Petersburgo; un campo que ahora ha sido tomado por los temibles bolcheviques. Lady Diana urdirá un plan que llevará al príncipe Séliman a embarcarse en una peligrosa aventura a través de Europa, repleta de espías soviéticos, noches de amor apasionado, un viaje a bordo del mítico Orient Express y grandes dificultades para almorzar con un mínimo de decencia.

Dekobra, Maurice

Maurice Dekobra es el seudónimo con el que se dio a conocer Ernest-Maurice Tessier. Nació en París en 1885, pero cursó parte de sus estudios en Alemania y, además del francés, llegó a dominar el inglés y el alemán. Nunca dejó de viajar; de hecho, más adelante sería uno de los primeros occidentales en visitar Nepal. Ver más

El tipo de libro que solía llamarse una “novela francesa atrevida”. ¡Qué delicia tenerlo nuevamente impreso!

-Dennis Drabelle, The Washington Post

Este libro de Dekobra es tan bueno que, sin apenas despeinarse, se ha marcado cinco ediciones, y avanza imparable como una cortadora de césped a toda máquina.

-S. J. Perelman, <i>The New Yorker</i>